Cuento en espejo (fragmento)Ilse Aichinger
Cuento en espejo (fragmento)

"Si alguien saca tu cama de la sala, si ves que el cielo se pone verde y si quieres evitarle al diácono la oración fúnebre, entonces ya es tiempo de levantarte, en silencio, como se levantan los niños en la madrugada cuando la luz destella a través de las persianas, sigilosamente para que la hermana no se dé cuenta…y ¡rápido! Mas ya ha empezado el diácono, estás oyendo su voz, joven y empeñosa e incontenible, ya lo oyes hablar. ¡Deja que ocurra! Deja que sus buenas palabras se hundan en la lluvia ciega. Tu tumba está abierta. Primero deja que su rápida confianza quede desamparada y que luego sea amparada. Si lo dejas, al final no sabrá si ya había comenzado. Y como ya no lo sabe, les da la señal a los cargadores. Y los cargadores no preguntan mucho y recogen tu féretro. Y quitan la corona de la tapa y se la devuelven al joven que está parado junto a la tumba, cabizbajo. El joven recoge su corona y, cohibido, alisa todos los listones, levanta la frente por un momento, a la hora que la lluvia le arroja unas lágrimas que corren por sus mejillas. Luego el cortejo fúnebre retrocede a lo largo de las bardas. Las velas en la pequeña y fea capilla se vuelven a encender y el diácono reza las oraciones fúnebres para que puedas vivir. Al joven le estrecha violentamente la mano y, perplejo, le desea mucha suerte. Es su primer entierro y se ruboriza hasta el cuello. Y antes de que pudiera corregirse, ya el joven desaparece. ¿Qué resta por hacer? Si uno deseó buena suerte a un enlutado, no le queda otro remedio que volver a mandar a casa al muerto. "


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