Cartas de amor (fragmento)Mark Twain
Cartas de amor (fragmento)

"Y te doy las gracias por la agradable sorpresa que me has dado con la fotografía; no puedo expresar hasta qué punto te lo agradezco, aunque nunca te he culpado ni lo más mínimo por haberla ocultado [antes] anteriormente. Nunca lo habría imaginado, porque entonces creía, y sigo creyendo, que todo lo que hagas está bien. Así que, ahora que has prescindido de esta justa y correcta norma de conducta para darme esta satisfacción, sé que lo has hecho por voluntad propia y que has enviado el regalo sin renuencia ni recelo. Sabes muy bien lo mucho que te venero, hermana, como para temer que algún día tengas alguna razón para arrepentirte de haber infringido la ley.
Me dices: «Rezaré por ti cada día». Nunca me han dicho nada que me emocionara más que estas palabras. Han vuelto a mi mente una y otra vez; y he estado pensando, pensando, pensando, hasta llegar a la conclusión de que sería muy poco hombre si continuara por el mismo camino imprudente mientras tú rezas por mí; si demostrara falta de respeto, de valor, de veneración, mientras alguien expresa las necesidades de una persona como yo en la majestuosa presencia de Dios. [No había pensado en esto antes] Te ruego que sigas rezando por mí, pues tengo, en cierto modo, la ligera y remota impresión de que no será completamente en vano. Por una parte, al menos, no debería ser en vano, porque voy a mejorar tanto mi comportamiento que cada día que pase seré más digno de tus oraciones, de tu buena fe y de tu preocupación fraternal. Es más (me ha costado mucho decidirme a decirte estas serias palabras que, una vez dichas, no podrán ser retiradas), «rezaré contigo», como me has pedido; y además con tanta fe y tanto ánimo como pueda, por muy débiles y sin valor que puedan ser estos rezos. Me resulta bastante extraño... esta veneración, esta solemnidad, esta súplica; y sin embargo, seguro que tú confías en que no tiene por qué ser inútil, de otro modo, no lo habrías propuesto. Túno hablas a la ligera. (Como puedes ver, no creo que hayas escrito «con demasiada seriedad»). Sentí mucho que Charlie no pudiera seguir hacia el Oeste conmigo, pues es un buen compañero de viaje, y si tiene algún rasgo indigno en su naturaleza, la parcialidad nacida del viejo compañerismo no me ha permitido verlo. La Sra. Fairbanks estuvo muy orgullosa de él la noche de la recepción que tuvo lugar en su casa. Pero ahora me alegro de que no viniera a St. Louis. Aquí no habría tenido ni un momento de descanso (yo no lo tengo), y es una ciudad miserable, llena de humo y sucia en la que hay que andar corriendo de un lado a otro. Me reclaman desde el Este. Tengo que poner fin a mi visita aquí en enero. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com