En el bosque del espejo (fragmento)Alberto Manguel
En el bosque del espejo (fragmento)

"Un libro se convierte en un libro distinto cada vez que lo leemos. El Alicia de la primera infancia fue como un viaje, como La Odisea o Pinocho, y siempre he sentido que soy un mejor Alicia que un Ulises o un muñeco de madera. Luego vino la Alicia adolescente, y entendí perfectamente lo que ella tuvo que soportar cuando la Liebre de Marzo le ofreció vino y no había vino en la mesa, o cuando la Oruga quería que Alicia le dijera exactamente quién era y qué quería decir con eso. La advertencia de Tweedledee y Tweedledum de que Alicia no era más que el sueño del Rey Rojo me perseguía en sueños, y mis horas de vigilia se veían atormentadas por exámenes de maestras que eran como la Reina Roja y preguntaban cosas como: "Quítale un hueso a un perro, ¿qué queda?" Después, en mis veinte, encontré el juicio de la Sota de Corazones en la Anthologie de l´humour noir de André Breton, y me di cuenta que obviamente Alicia era hermana de los surrealistas; tras una conversación con el escritor cubano Severo Sarduy en París, me desconcertó descubrir que Humpty Dumpty le debía mucho a las doctrinas estructuralistas en Change y Tel Quel. Y aún después, cuando me fui a vivir a Canadá, ¿cómo no iba a reconocer que el Caballero Blanco ("Pero yo ideaba cómo/teñirme los bigotes de verde,/y luego usar un gran abanico/para que nadie los viese") había conseguido trabajo entre los numerosos burócratas que corretean por los corredores de cada dependencia pública de mi país?
En todos los años de leer y releer Alicia, me he topado con muchas lecturas diferentes o interesantes de sus libros, pero no puedo decir que ninguna se haya vuelto, en ningún sentido profundo, propia. Las lecturas de otros influencian, desde luego, mi lectura personal, ofrecen nuevos puntos de vista e iluminan ciertos pasajes, pero en su mayoría son como el mosquito que le dice a Alicia al oído: "Podrías hacer un chiste con eso". Me rehúso; soy un lector celoso y no voy a permitirle a nadie el ius primae noctis con los libros que leo. La sensación íntima de parentesco establecida hace tantos años con mi primera Alicia no se ha debilitado; cada vez que la vuelvo a leer, ese vínculo se fortalece de maneras muy privadas e inesperadas. Me sé otros pedacitos de memoria. "



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