Los pasos de López (fragmento) "Periñón y yo avanzamos cuando las puertas se cerraban a nuestra espalda. Diego nos esperaba de pie ante un cojincito morado, detrás de él estaban los demás en grupo compacto: todos de negro, Carmelita y Cecilia de mantilla y los hombres de sombrero. Las ventanas del salón estaban cerradas, los oscuros echados, las cortinas corridas y todas las luces del candil encendidas. Hacía un calorón. Periñón hizo que yo me parara ante el cojincito, frente a Diego, quien me estaba mirando de arriba a abajo. -¿Qué no trajiste tu espada?- me preguntó en un susurro. En el mismo tono le contesté: -No, ¿por qué? Periñón se dio una palmada en la calva. -¡Se me olvidó decirle que la trajera!-dijo. Hubo que descolgar de la pared un sable que había sido del padre de don Emiliano Borunda. -Hincaos-me dijo Diego, señalando el cojincito morado. Hizo que yo pusiera la mano en la empuñadura del sable que Periñón sostenía a medio desenvainar y luego me hizo jurar, si mal no recuerdo, guardar lealtad eterna a la Junta "y a cada uno de sus miembros", no revelar jamás lo que se tratara en las reuniones y librar a la patria del yugo español. Cumplí mal ese juramento, pero otros lo cumplieron peor. " epdlp.com |