El cochecito (fragmento) "Un ángel de piedra levita en el aire mientras el chirriar de una garrucha rompe el silencio del inmenso cementerio: unos marmolistas están montando un panteón, y el ángel de piedra que lo va a coronar cuelga de la polea. En primer término, una lápida en la que se puede leer: FAMILIA FRUTOS SOLANA. Es la tumba de la mujer de Lucas, y ante ella rezan destocados los dos ancianos, que han llegado al cementerio con toda felicidad. Terminada la oración, el lechero, santiguándose, se conduele: -Pobrecilla... Pero mejor que se haya muerto. Así, al menos, no me ha visto hecho un inútil. -Pero, ¿de qué te quejas? -Y hay, en el tono de Anselmo una soterrada envidia de peatón-. ¡Ya quisieran muchos moverse como te mueves tú ahora con el cochecito! El mismo taxista lo ha dicho. -Ya -admite Lucas-. Pero ella, con lo que era, habría sufrido mucho. Anda, ponle las flores. Anselmo se hace un pequeño lío con los ramos. Lucas, puntilloso, identifica el suyo: -No, ése no, éste, éste. -Es igual... -transige filosóficamente Anselmo-: Qué más le dará a la pobre un ramo que otro. Colocadas las flores, Lucas se pone la boina y apremia, como si tuviera prisa por volver «a la carretera». -Bueno, vámonos. -Sí, hala -se encasqueta el jubilado su sombrero-, vamos allá. Pero el cochecito se ha atascado en la cuneta que separa los cuarteles de sepulturas de la avenida que les da acceso, y Anselmo se esfuerza en vano por sacarlo de allí a empujones. " epdlp.com |