Medeiros e Albuquerque La venganza de Félix (fragmento) "Félix había contraído matrimonio, pero su esposa no le sobrevino mucho tiempo, únicamente lo justo para darle un hijo y una hija, que crecieron sin el amparo materno, hostigando a los vecinos, por lo que no tardaron en ser castigados. Así transcurrieron varios años. El hijo adquirió un carácter notable, mientras que la hija paso a ser una desvergonzada que charlaba sin el menor rubor de tal o cual hombre. Y así transcurrían sus vidas, hasta que el padre, anciano, enfermó. Un tormentoso reumatismo lo postró y lo dejó casi incapaz de moverse, confinado en un sillón mientras la enfermedad crónica seguía avanzando. La hija contribuyó a las finanzas domésticas trabajando como lavandera y quizás por ganancias obtenidas por métodos de otra índole. De todos modos, las destinaba a ese fin. El anciano, mal que bien, pasó sus días encadenado a su sillón, gimiendo de dolor ante el menor atisbo de movimiento, imprecando furioso, desesperado de la vida. Y desde que su hija se negó a dejarle beber una sola gota de aguardiente, lo forzó a curarse de su vicio. No fue ésta la peor de las adversidades posibles. El hijo, a quien el padre no había visto desde hacía varias semanas, agredió un buen día a un pacífico ciudadano, acuchillándolo en medio del estómago y siendo, en consecuencia, encarcelado. El anciano había adquirido el hábito de leer el periódico desde la primera hasta la última línea, y fue así como se enteró de la noticia y como siguió el desenlace del juicio y supo de la posterior condena. Se enfureció, no tanto por la sentencia en sí sino debido a una circunstancia especial. El policía que había detenido a su hijo era su propio vecino, Bernardo -el mismo muchacho que lo saludaba a diario con las irónicas palabras: ¿Qué tal va todo, amigo Félix? ¿Cuándo podrá bailar un vals? Incluso el día del encarcelamiento y durante los siguientes, Bernardo se había permitido importunarle con estas ocurrencias. " El Poder de la Palabra epdlp.com