Los hermanos españoles (fragmento)Deborah Alcock
Los hermanos españoles (fragmento)

"En una de las verdes laderas de Sierra Morena, a la sombra de unos escasos alcornoques y al abrigo de escarpadas alturas silvestres y desnudos residuos de tonalidad marrón, se extendía a mediados del siglo XVI un castillo que ya entonces ostentaba condiciones bastante ruinosas. Otrora fue un lugar esplendoroso, aunque no muy amplio y de acuerdo a nuestras modernas ideas sobre la confortabilidad, la morada no podía haber sido especialmente cómoda. El salón ocupaba una gran parte, con una tapicería un tanto descolorida, meses de roble amuebladas, bancos tallados, pero evidentemente añejos. El reducido esmalte que poblaba las ranuras de las gruesas paredes apenas admitía la filtración de la luz y el vivificante aire. En una mañana de otoño sombrío, dos niños estaban juntos, contemplando cómo se vertía la lluvia de forma inconclusa. Llevaban vestidos exactamente iguales, con chaquetas sueltas de tela azul, de andar por casa, pero frescas y a la moda, al punto que podrían parecer más costosas. Sus largas medias eran de seda y los puños y camisas, cuidadosamente almidonados y trenzados, de tipo flamenco.
El mayor, un chico muy guapo, que debería rondar los catorce años como mínimo, pero que realmente parecía más joven, tenía el pelo negro y también los ojos, brillantes de ansiedad y su tez era igualmente oscura y bien curtida por la continua exposición al sol y al viento. La frente, amplia, la boca suave, mientras que los rasgos de su hermano eran menos distinguidos, más delicados. Su pelo era más claro y su tez más blanquecina.
¡Llueve, llueve! ¿Lloverá siempre?, exclamó en tono impaciente el mayor, que se llamaba Juan, o mejor dicho, porque se habría sentido ofendido de ser omitido su nombre completo, Don Juan Rodrigo Álvarez de Santillanos y Menaya. Provenía de uno de los linajes más puros de España, por la línea paterna, de castellano origen, mientras que su madre había nacido en el seno de una antigua familia asturiana. Sabía y se sentía orgulloso de todo esto, a pesar de la pobreza y de lo que aún era peor, de la misteriosa plaga que había caído sobre el buen nombre y la fortuna de la casa, siendo aquélla el menor de los males posible. "



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