Los judas de Jesús (fragmento)Henri Barbusse
Los judas de Jesús (fragmento)

"La historia del espíritu humano, en el plano teológico, es nublada por la guerra sostenida entre dos "principios" diametralmente opuestos: la fe y la razón, y llena de esfuerzos hechos por los abogados de las concepciones absurdas, en el sentido integral de la palabra, para dar a su lucha contra la razón apariencias razonables.
Los hombres poseen medios inherentes a su naturaleza de comprobar la realidad sensible y de establecer la verdad: los datos de los sentidos, corregidos por la experiencia y por la razón misma, intuitiva o discursiva, que actúa en el marco de los principios inmutables. Por laboriosos y restringidos que sean los métodos racionales, los hombres no cuentan con otras vías para proseguir su tarea de investigación, de adquisición y de organización, en el campo de la ideología y de la actividad moral, que esas "luces naturales".
Sin embargo, se imponen a sí mismos certidumbres de otra especie.
Hay todo un orden de supuestas verdades y realidades que contradicen a la razón y están instaladas únicamente sobre la creencia; es decir, metafísicamente, sobre nada. Están asentadas en el vacío, a priori, para emplear la terminología de los lógicos. Este procedimiento vicioso trastorna el pensamiento y la vida.
La creencia es la ratificación soberana, otorgada por el "yo" a una afirmación. Es un compromiso real de la persona, una manifestación de dictadura individual. En un espíritu sensato, la convicción responde a un razonamiento, es su término orgánico, aunque él tenga la brevedad de relámpago de la síntesis intuitiva ("Pienso, luego soy"). Es un resultado, una conclusión; por consiguiente, una parte, no un todo. Se puede decir: es la extremidad humana de la realidad. Se cree en alguna cosa, porque ésta es evidente. Y he aquí que, en materia religiosa, se decapita ese sistema armónico, se suprime la cadena deductiva o inductiva, la pirámide de las pruebas, y se promulga la convicción pura y simple, la consecuencia sin la causa. Se esfuerza al espíritu humano a funcionar al revés. Se llega a esta fórmula caótica: una proposición se hace evidente, porque se cree en ella. Reducida a ella sola, la creencia es loca. Es inconsistente, informe, no es más que una afirmación desnuda que gira sobre sí misma, no prueba nada fuera de sí misma y no se basa más que en sí misma. No es más que una expresión verbal. No es un fundamento; al contrario, necesita un fundamento racional que la ponga en contacto con la realidad. Los prejuicios más bárbaros, las supersticiones más absurdas han tenido sus creyentes y los tienen todavía.
La adhesión inmediata, plena y completa del espíritu humano a principios primordiales, cual el principio de identidad, por ejemplo, esa adhesión que se podría, fiando en las apariencias, asimilar a la creencia irrazonada, no es de la misma naturaleza.
Proviene de una conformidad profunda y esencial. Esos principios, o, si se quiere, esos dogmas, corresponden a la naturaleza y a la forma misma de nuestra razón, que recibe en seguida y en todo caso confirmación de sus percepciones; por ejemplo, un cerebro normal no podría admitir sin que toda la estructura interior cayera en ruinas, que una cosa pueda, a la vez ser y no ser, o, en un orden de evidencia más práctica, que pueda haber un efecto sin causa. "



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