El jardín de la señora Murakami (fragmento)Mario Bellatin
El jardín de la señora Murakami (fragmento)

"Tanizaki Yunichiro afirma, en el Elogio de la sombra, que suprimir los rincones oscuros propios de las casas de antaño, es dar la espalda a todas las concepciones estéticas de lo tradicional. Aquel tratado se convirtió, durante mucho tiempo, en el libro de cabecera de Izu. Fue además el único que su marido le permitió llevarse de la biblioteca de su estudio después de la boda. Fue motivo de la única cláusula que modificó el contrato de matrimonio tradicional que tuvo que acatar. Pero cuando el señor Murakami dejó de ir a dormir regularmente a la vivienda conyugal, la señora Murakami no lo volvió a leer más. La casa que comenzaron a habitar, fue encargada a un arquitecto que únicamente diseñaba grandes edificios multifamiliares. Se trataba de una vivienda moderna con techos bajos y habitaciones adecuadas para las distintas necesidades de la vida diaria. Las ventanas tenían marcos de aluminio. Todos los muebles eran de estilo occidental, salvo ciertos utensilios de cocina con los que se preparaban las recetas preferidas del señor Murakami.
La señora Murakami dedicaba las mañanas a supervisar el inmenso jardín que rodeaba la casa. En el contrato de matrimonio se estableció que Izu contaría con un jardín tradicional. En vista de que el arquitecto con el que contaban no tenía experiencia en diseñarlos, llamaron a un especialista. Por las tardes, la señora Murakami acostumbraba a encerrarse en su habitación luego de ordenarle a Shikibu la preparación de una cena que era muy probable que el señor Murakami no probaría. Tuvieron que pasar varios meses para que Izu decidiera pedirle al señor Murakami un televisor. Aprendió también a jugar al go en solitario. En ocasiones echaba de menos a Etsuko, pero las leyes del formotón asai que le habían aplicado sus familiares eran muy rigurosas. Lo más seguro era que nunca más la volviera a ver. En sus tardes de encierro manejaba ella sola todas las fichas del go. Era poseedora una y otra vez de los vientos alisios, de los sirocos, de las tormentas del sur, aunque en ciertos momentos caía en la cuenta de que la obtención del poder del universo entero, objetivo final de aquel juego, carecía totalmente de sentido, más aún en las circunstancias en las que se encontraba. En esas tardes pensaba también, en su relación con el maestro Matsuei y Mizoguchi Aori. Sin embargo, estaba segura de que ninguno de los dos querría volver a saber de su existencia.
Antes de que dejaran de frecuentarse, cada vez que alguno de los dos la llamaba por teléfono Izu dejaba inmediatamente lo que estuviera haciendo para ir a su encuentro. El día en que el maestro Matsuei Kenzó y Mizoguchi Aori ingresaron a buscarla al aula donde aguardaba el comienzo de la clase de la diminuta maestra Takagashi, no almorzaron en el comedor universitario como habían acordado. "



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