Confesiones (fragmento)Jakob Böhme
Confesiones (fragmento)

"En el amor y la mansedumbre nos transformamos en recién nacidos salidos de la ira de Dios, en el amor y la mansedumbre debemos luchar contra el Diablo aquí en el mundo. Porque el amor es veneno para él; constituye un fuego de terror dentro del cual no puede permanecer. Si él tuviera la más mínima partícula de amor dentro de sí mismo, la expulsaría de sí o se destruiría para verse libre de ella. Por lo tanto el amor y la mansedumbre constituyen nuestra espada, con la cual podemos luchar con el Diablo y con el mundo.
El amor es el fuego de Dios; el Diablo y el mundo son su enemigo. El amor tiene los ojos de Dios y ve en lo profundo de Dios; la cólera tiene los ojos de la fiera ira que ve en lo profundo del infierno, en el tormento y la muerte.
El mundo supone exclusivamente que un hombre debe ver a Dios con los ojos terrenales, siderales, no sabe que Dios reside en lo interior y no en lo exterior.
Si no ve nada admirable o maravilloso en los hijos de Dios, dice: “Oh, éste es un idiota, un necio, él es de temperamento melancólico”. Así tanto conoce.
Escuchad atentamente, sé muy bien lo que es la melancolía. También sé bien qué es lo que proviene de Dios. Conozco ambas cosas y a ti también en tu ceguera; pero ese conocimiento no me lo da la melancolía, sino mi lucha incesante hasta obtener la victoria.
No se concede a nadie sin que se esfuerce, a no ser que se trate de un vaso elegido del Señor, de otra manera deberá luchar para poder lucir la guirnalda.
Es verdad que muchos hombres son elegidos desde el vientre de su madre; elegidos para que abran y descubran las maravillas que el Señor proyecta, pero no todos son elegidos así. Muchos son aceptados por su paciente búsqueda; porque Cristo dijo “Buscad y hallaréis, golpead y se os abrirá. Y también “los que vengan a mí no serán separados”.
Aquí dentro se encuentra el ver por el espíritu de Cristo, y por obra del Reino de Dios, en el poder del Verbo, con los ojos de Dios y no con los ojos de este mundo y de la carne exterior.
Tú, mundo ciego, sabrás así con qué vemos cuando hablamos y escribimos de Dios, y dejarás tranquilo tu falso juicio; mira con tus ojos y deja que los hijos de Dios miren con los suyos; mira a través de tus dones y permite que otros lo hagan a través de los tuyos.
Que cada uno vea como Dios quiere que lo haga y que hable entonces según lo que ha visto. No hablamos todos del mismo tema sino cada uno de acuerdo con sus dones y vocación de servir para honra y gloria de Dios.
El espíritu de Dios no permite que lo aten o liguen, como querría la razón exterior, con decretos, cánones y concilios en los que siempre una cadena del Anticristo está unida a otra, para que los hombres puedan juzgar al Espíritu de Dios, y sostener que sus propias opiniones y pensamientos son las de Dios, como si Dios no estuviera cómodo en este mundo o como si ellos mismos fueran Dioses sobre la tierra. "



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