El faro de los libros (fragmento)Aravind Adiga
El faro de los libros (fragmento)

"Los inmigrantes musulmanes se estaban instalando en la otra punta de la estación y habían empezado a abrir sus propios restaurantes. Ziauddin encontró trabajo en uno de ellos. Preparaba tortillas y tostadas en una parrilla al aire libre y gritaba en urdu y en malabar:
—Hermanos musulmanes, de dondequiera que vengáis, de
Yemen, de Kerala, de Arabia o de Bengala, ¡venid a comer a un establecimiento genuinamente musulmán!
Pero ni siquiera ese empleo le duró. Una vez más, su jefe lo acusó de robar y lo abofeteó cuando se atrevió a replicarle. A continuación lo vieron con un uniforme rojo en la estación de trenes, cargando en la cabeza montones de maletas y discutiendo acaloradamente con los pasajeros.
—¡Soy hijo de un pathan! ¡Tengo sangre pathan! ¿Me oye?
¡No soy ningún timador!
Cuando los miraba airado, parecía que se le salían los ojos y
se le marcaban los tendones en el cuello. Se había convertido en uno de esos tipos demacrados y solitarios de ojos brillantes que rondan por las estaciones de la India, que fuman beedis por los rincones y parecen capaces de golpear o matar a alguien sin previo aviso. Y no obstante, cuando los antiguos clientes del salón de Ramanna lo reconocían y lo llamaban por su nombre, sonreía de oreja a oreja, y aún veían en él algo de aquel chico sonriente que plantaba de golpe los vasitos de té en sus mesas y que imitaba torpemente sus frases en inglés. Se preguntaban qué demonios le habría pasado.
Al final, Ziauddin empezó a provocar riñas con los demás mozos y también lo expulsaron de la estación. Durante varios días vagó de aquí para allá, maldiciendo por igual a hindúes y a musulmanes. Luego apareció otra vez en la estación, cargando maletas sobre la cabeza. Era trabajador, eso todo el mundo lo reconocía. Y ahora había trabajo de sobra para todos. Habían llegado a Kittur varios trenes llenos de soldados (en el mercado se rumoreaba que iban a construir una base del ejército en la carretera de Cochín) y, una vez que hubieron partido, siguieron llegando trenes de carga durante días, con cajones enormes que había que descargar. "



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