Nadie conoce a nadie (fragmento)Juan Bonilla
Nadie conoce a nadie (fragmento)

"Podía haber protestado arguyendo que las coincidencias sólo son un material narrativo para Paul Auster, pero me frenó la convicción de que Sapo no sabría quién era Paul Auster.
Además, ese asunto del azar me intrigaba mucho, y a la vez guardaba esperanzas de que a algunos hechos casuales los dirigiera una razón amagada que después de anudarlos creando una zona de sombra en la que imperara la duda, los resolviese aportando otro hecho que sirviera de explicación a la coincidencia. Pensaba, por ejemplo, aunque esto no se lo conté a Sapo, en un viaje entre Nueva York y Madrid que había realizado hacía un par de años. Me tocó en suerte como compañera de viaje una chica deliciosa, de veinte años, que procedía de St. Louis. Yo me acompañaba de un volumen recién adquirido en la monumental librería que alzó en el Bronx el emigrante español Eliseo Torres (cuatro plantas repletas de libros en pleno suburbio): la edición colombiana de El amor en los tiempos del cólera.
Ella, se llamaba Tasrim, me pidió ojear el libro con la excusa de que García Márquez era su escritor predilecto. Lo había leído en inglés, y había decidido aplazar la lectura en español hasta el momento en que dominara con mayor pericia un idioma que, por lo demás, hablaba con suficiente corrección (salvo algún gracioso despiste con los tiempos verbales: fumes, en lugar de fumas, por ejemplo).
Me confesó que aquél era su libro favorito. Una coincidencia, pensé. En un mismo avión hacia Madrid, dos personas que aspiran a ser novelistas y admiran al mismo autor se sientan a la vera. Pero es que aquel que yo ocupaba no era mi asiento, pues mi billete me imponía ocupar una butaca situada cinco filas atrás. Al entrar en el avión me dirigí hacia el lugar que me destinaba mi tarjeta de embarque, pero mi butaca había sido ocupada por un crío, cuya madre me explicó que les habían dado asientos separados y que, si no me importaba, les podría hacer el favor de cambiar nuestros asientos. Sin problemas, le dije, y busqué mi nueva butaca, la que posibilitó la charla con Tasrim. Al llegar a Madrid yo me desviaba hacia Sevilla y ella hacia Málaga. Qué curioso, le dije, yo vivo en la Avenida de Málaga de Sevilla. Y ella: pues sí que es curioso, porque yo me alojaré en el Hotel Sevilla de Málaga. Pero en Málaga iba a quedarse pocos días. Su destino era la India, de donde procedía su madre. "



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