Teatro de variedades (fragmento)Juan Bonilla
Teatro de variedades (fragmento)

"De 301 reseñas y comentarios publicados sobre Bulgákov una vez que fue considerado por el régimen de Stalin como escritor nocivo para la revolución, 298 le denigraban a él y a su obra sin ahorro de insultos personales y los otros le reconocían algún mérito a su producción literaria aunque no perdonaban al autor haber defraudado por cuestiones políticas las generosas expectativas que había suscitado. La pesadilla, ininterrumpida durante catorce años, desde el año hasta el 40 (año en que murió con una enigmática pregunta en los labios: ¿dónde despertaré?), comenzó un siete de mayo cuando un agente de la OGPU (Dirección Política Unificada Estatal) visita a Bulgakov con el único fin de hacer registro en su casa y confiscar todo el material literario que encuentre. Se llevó dos ejemplares de la novela Corazón de Perro y un arsenal: El diario del escritor, que se titulaba Bajo la bota.
Pero, ¿qué delito había cometido Bulgákov para que padeciera un registro tras el cual comenzaría su largo calvario y la caravana de humillaciones que se le infligió, en la que destaca las cartas enviadas a Stalin en las que da cuenta de sus padecimientos, sus ataques de pánico, sus problemas de corazón, su paranoia creciente, y ruega al dictador que le deje salir del país acompañado de su esposa (se esfuerza en ofrecer garantías de que volverá, de que sólo quiere tomar un poco de aire, de aire libre, en el extranjero) o le permita trabajar en cualquier cosa relacionada con el teatro? Su diario ofreció ocasión a quienes querían ajustarle las cuentas desde tiempo atrás por alejarse de las corrientes oficiales impuestas por el Partido Comunista para la creación de una literatura que sirviese a los postulados de la Revolución. No es que en Bajo la Bota, Bulgákov se muestre como un contrarrevolucionario furibundo y activista: nada más lejos. Se limita a hacer comentarios banales sobre la muerte de Lenin o la expulsión de Trotski (aunque al hacer referencia a este hecho agrega un perjudicial: ¡Qué Dios nos ayude!); pero quien se encarga de rastrear en un texto argumentos que tachen a su autor de insumiso, enemigo peligroso del régimen, siempre se las arregla para encontrarlos. Alguien que escribe sin sentimiento ni conmoción alguna que Lenin ha muerto y luego no se lanza a hacer acopio de toda su destreza retórica para expresar lo compungido que se encuentra, cómo le tiembla el cuerpo, cuánta tristeza lo anega, debe ser, evidentemente, un contrarrevolucionario. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com