El Proteo de Madrid (fragmento)Alonso de Castillo Solórzano
El Proteo de Madrid (fragmento)

"No aguardó Dominga a que volviese Lucas de su viaje, tanto era el deseo que tenía de verse en Madrid; y así comunicando su intento con Marcos, se ofreció a acompañarla, con buenas ganas de verse presto en la Corte, tan galán como su amigo Lucas. Dominga habló á su ama sobre el caso, y aunque ella procuró cuanto pudo disuadirla de su intento, (así por no pagarla su soldada, como por no perder tan buen servicio) no pudo acabar con ella que dejase su partida; hizo cuenta con el mesonero, a quien alcanzó en diez ducados, y Marcos en seis, por haber menos tiempo que estaba en su casa. Pagados, pues, lo que se les debía y despedidos de sus amos, con los zapatos en la pretina y los pies en el camino, tomaron el de Castilla.
Marcos era algo vergonzoso, y aunque le tenía a Dominga bastante cariño, no osaba darla parte de sus pensamientos, temiendo, como fino amante, su enojo. Dominga como doncella, no se acordaba de otra cosa que de caminar con cuidado, no viendo la hora que llegar al fin de su viaje y hallarse en Madrid con la medra que Lucas le había significado estaban otras de su tierra.
Ellos que habían subido a la cumbre del áspero puerto del Rabanal, topáronse en el primero llano con la Cruz de ferro, tan nombrada de los que caminan por aquella tierra, y hallando buena ocasión Marcos que la había visto otra vez que se le ofreció ir a Astorga, dijo a su compañía:
—Dominga; esta es aquella Cruz de Ferro tan conocida de todos los de nuestra tierra, a quien las doncellas de allá, que pasan por aquí, hacen su oración, pero no el voto que dicen, de no volver como pasaron.
—¿Esta es, Marcos? —dijo Dominga— Huélgome de verla; mas no pienso prometer lo que malas lenguas dicen; hagamos oración, que es lo que nos importa, para que Dios nos dé buen viaje.
Hiciéronlo así, y prosiguiendo su camino, las soledades, el trato de los dos, y el acomodado albergue que buscaban las noches juntos, ocasionaron atrevimiento en Marcos y apacibilidad en Dominga, para que él saliese de empacho y ella no le tuviese en darle audiencias. Esto se deslizó a más de suerte, que la oración de la doncellica gallega pareció haber sido proposición del voto, pues antes de dos jornadas le cumplió puntualísimamente; facilidad del natural, donde en las de su estofa padece la honestidad violencias.
Por sus limitadas jornadas llegaron al eminente puerto de Guadarrama, llevando la señora Dominga pocas ganas de andar y menos de comer, quedándole sola la del beber, que como paladeada, del vientre de su madre, con el sabroso licor de Noé, nunca le dio en rostro. Al fin, la ninfa gallega iba en cinta, y como primeriza en aquellas pesadumbres no advertía que le iban creciendo nuevos huesecillos en el vientre, y más bulto en los pechos; pero nuestro Marcos, que aunque mozo de mesón, era algo entendido, y no poco estimado entre los maragatos de su tierra, sospechó luego lo que podía ser, si bien aniquilamos su ingenio, pues habiendo pasado por él y su gallega dama los lances referidos que ocasionaron el galiciano embrión, no era mucho adivinar que lo fuese, por los accidentes de su desganada señora. "



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