Las dos doncellas (fragmento)Miguel de Cervantes
Las dos doncellas (fragmento)

"Eran las noches de las perezosas y largas de diciembre, y el frío y el cansancio del camino forzaba a procurar pasarlas con reposo; pero como no le tenía el huésped primero, a poco más de la media noche comenzó a suspirar tan amargamente que con cada suspiro parecía despedírsele el alma, y fue de tal manera que, aunque el segundo dormía, hubo de despertar al lastimero son del que se quejaba. Y admirado de los sollozos con que acompañaba los suspiros, atentamente se puso a escuchar lo que al parecer entre sí murmuraba. Estaba la sala oscura y las camas bien desviadas; pero no por esto dejó de oír entre otras razones éstas, que con voz debilitada y flaca el lastimado huésped primero decía:
-¡Ay sin ventura! ¿adónde me lleva la fuerza incontrastable de mis hados? ¿Qué camino es el mío, o qué salida espero tener del intrincado laberinto donde me hallo? ¡Ay pocos y mal experimentados años, incapaces de toda buena consideración y consejo! ¿Qué fin ha de tener esta no sabida peregrinación mía? ¡Ay honra menospreciaba! ¡Ay amor mal agradecido! ¡Ay respetos de honrados padres y parientes atropellados! ¡Y ay de mí una y mil veces, que tan a rienda suelta me dejé llevar de mis deseos! ¡Oh palabras fingidas, que tan de veras me obligasteis a que con obras os respondiese! Pero ¿de quién me quejo cuitada? ¿Yo no soy la que quise engañarme? ¿No soy yo la que tomó el cuchillo con sus mismas manos, con que corté y eché por tierra mi crédito con el que de mi valor tenían mis ancianos padres? ¡Oh fementido Marco Antonio! ¿cómo es posible que en las dulces palabras que me decías viniese mezclada la hiel de tus descortesías y desdenes? ¿Adónde estás ingrato? ¿Adónde te fuiste, desconocido? Respóndeme, que te hablo; espérame, que te sigo; susténtame, que descaezco; págame, que me debes; socórreme, pues por tantas vías te pongo obligado.
Calló en diciendo esto, dando muestra en los ayes y suspiros que no dejaban los ojos de derramar tiernas lágrimas. Todo lo cual con sosegado silencio estuvo escuchando el segundo huésped, coligiendo por las razones que había oído, que sin duda alguna era la mujer la que se quejaba, cosa que se avivó más el deseo de conocella, y estuvo muchas veces determinado de irse a la cama de la que se creía ser mujer; y hubiéralo hecho si en aquella sazón no le sintiera levantar; y abriendo la puerta de sala, dio voces al huésped de casa que le ensillase el cuartago porque quería partirse. "



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