El recién llegado (fragmento), de Trece relatosCésar Dávila Andrade
El recién llegado (fragmento), de Trece relatos

"Le habían regalado una especie de blusón de lana áspera que le ceñía como un verdadero pelaje; y unos pantalones de adulto, enormes, que se le abullonaban en el trasero, e iban a enroncársele estrechamente en los tobillos por medio de unas cuerdas.
El zapatero le acarició la cabecita y le indicó una especie de zurrón rojizo y rezumante. Era una piel recién sacada del noque del curtidor. Se inclinó, sonriendo siempre, y sin esfuerzo aferró la pieza y se la tiró a las espaldas. Sin decir palabra, encorvado y ligero, echó a andar, gustosísimo, delante del zapatero.
Con su paso corto y saltarín y sus pies menudos, casi redondos, remedaba la marcha característica de los perros camino del hogar, después de un paseo callejero.
Durante el trayecto volvió repetidas veces las cabeza medio tronchada bajo el húmedo fardo y saludó con la mirada sonriente al zapatero; le pedía su aquiescencia; deseaba congraciarse a toda costa y, de no ir cargado, seguramente hubiera intentado una cabriola de gratuita alegría.
Poco antes de llegar al taller, apareció por una esquina un viejo militar en retiro, armado de siniestros bigotes y de un bastón que blandía con chocante petulancia. El pequeño le vio y se detuvo al instante. En sus rodillas, circuló vivísimamente un frío ancestral. Viró en redondo y corrió a ampararse detrás del remendón.
-¡Usted, delante, patrón... yo, nada! -suplicó.
El de la lezna, sin comprender el justo terror del pequeño, volvióse admirado:
-hombre, ¿qué te pasa? Camina...
No contestó. Miraba al viejo militar retirado con el bastón, que en ese mismo instante cruzaba ya la calle y se perdía por la esquina opuesta.
-Ya se fue, patrón... ¡Yo, nada! -gruñó, sacudiéndose de alegría victoriosa, y sorteando el cuerpo del zapatero, corrió a ocupar la delantera, no sin mirar cautelosamente la bocacalle por la que había desaparecido el bastón con su militar retirado. "



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