El tiranicida (fragmento)Luciano de Samósata
El tiranicida (fragmento)

"Pero a mí no me asustaron tales circunstancias ni retrocedí por miedo al considerar la dificultad de la empresa, ni me acobardé ante el peligro, y yo solo, solo frente a una tiranía tan fuerte y con tantas cabezas, mejor dicho, no solo sino con mi espada que luchaba conmigo y conmigo contribuyó por su parte a matar al tirano, subí a la colina, con mi muerte a la vista, pero dispuesto a cambiar la libertad de todos por mi vida. Encontré el primer puesto de guardia y puse en fuga con dificultad a los soldados, maté a quien seme enfrentó, eliminé todo lo que se me opuso y me lancé a lo más importante de mi tarea, contra la única fuerza de la tiranía, contra la base de nuestras desdichas. Me aposté en el puesto de guardia de la ciudadela y cuando vi que se defendía valientemente y resistía con muchas heridas, le maté.
Ya estaba destruida la tiranía y mi empresa había alcanzado su fin, y desde ese momento todos éramos libres; quedaba todavía el viejo únicamente, sin armas, abandonado por sus guardias, eliminado su poderoso guardaespaldas, desamparado, ni siquiera digno ya de una mano valiente.
Pues bien, en esas circunstancias, señores del jurado, me hacía las siguientes reflexiones: «Todo me ha salido bien, ya está todo terminado, todo ha sido un éxito. ¿Por qué medio podría ser castigado el superviviente? Es indigno de mí y de mi diestra, sobre todo si su muerte sigue a una acción tan brillante, juvenil y valiente y deshonro también aquella estocada mortal. Hay que buscar un verdugo digno: después de la desgracia no hay que beneficiarse de ella. Que lo vea, que se castigue, que tenga a mano la espada. A ella le encomiendo lo que falta.
Después de trazar este plan, yo por mi parte me retiré, y la espada, como yo había presagiado, lo llevó a cabo, mató al tirano y puso fin a mi acción.
Aquí comparezco, pues, para traeros la democracia, infundir confianza a todos y proclamar la libertad. Ya estáis disfrutando del resultado de mi empresa, la Acrópolis, como veis, está limpia de criminales, nadie nos da órdenes; ahora podéis otorgar honores, pronunciar sentencias y replicar de acuerdo con las leyes. Todo ello lo habéis conseguido gracias a mí y a mi audacia, y como consecuencia de la muerte de un solo hombre, después de la cual el padre ya no podía vivir. Por ello, os pido que me deis la recompensa ofrecida, no porque yo sea avaricioso o mezquino ni me haya propuesto favorecer a mi patria cobrando por ello, sino porque deseo que mi éxito se fortalezca con la recompensa y no se tergiverse ni llegue a quedar mi empresa sin fama como si hubiera quedado incompleta y considerada indigna de premio.
Pero éste que aquí veis se opone y afirma que no tengo razón al desear que se me honre y se me conceda una recompensa: pues según él yo no soy un tiranicida ni he actuado de acuerdo con la ley, sino que mi acción tiene defectos para reclamar la distinción. Entonces yo le pregunto: ¿qué me falta según tu reclamación? ¿No había intención por mi parte? ¿No subí la colina? ¿No lo maté? ¿No liberé? ¿Acaso alguien está dando órdenes? ¿Es que alguien manda? ¿Algún amo sigue profiriendo amenazas? ¿Se me ha escapado alguno de los criminales? No podrías afirmarlo, sino que todo está lleno de paz, disfrutamos de todas las leyes, la libertad es evidente, la democracia está a salvo, los matrimonios están libres de ultrajes, los niños no tienen miedo, las muchachas están seguras y la ciudad celebra sus fiestas en común felicidad. "



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