Jackie Brown (fragmento)Elmore Leonard
Jackie Brown (fragmento)

"Ordell volvió la cabeza para mirarlo.
Louis lo notó.
–Creo que está muerta.
Ordell no dijo nada.
El coche quedó en absoluto silencio mientras subían por Broadway. Louis iba mirando a los negros que se entretenían en las aceras. No sabía qué iba a hacer Ordell.
–Quería que nos repartiéramos el dinero allí mismo –explicó–. Y que nos fuéramos cada uno por su lado y no volviéramos jamás.
Ordell no dijo nada.
Louis se quedó callado y le dejó pensar.
Todo lo que había dicho era verdad y no pensaba pedir perdón. Nunca había disparado a nadie y había estado pensando en eso todo el rato desde que salió de The Gardens Mall hasta que llegó a Palm Beach Shores y vio a los dos tipos que estaban vigilando en un coche. Pensaba en cualquier otra cosa por un instante y luego le volvía a la mente de golpe: veía su culo embutido en la falda ajustada, veía su cara, sus piernas en el suelo... y por un segundo creyó que no lo había hecho; pero sí, lo había hecho. En Starke había conocido a tipos que habían disparado a otros por una nadería en una discusión. Un tipo que miraba a la novia de otro. Sólo la miraba. Tal vez, de tanto escuchar sus historias, le había llegado a parecer normal. Había tenido malas influencias.
No se encontraba muy bien.
–¿Le has pegado un tiro? –preguntó Ordell.
–Dos –concretó Louis–. En el aparcamiento.
–No podías hablar con ella.
–Ya sabes cómo es.
–Podías haberle dado una bofetada.
–Se me ocurrió.
Ordell se quedó callado un instante.
–Crees que está muerta, ¿eh?
–Estoy seguro.
–Bueno, si no había otro remedio... –dijo Ordell–. Sólo faltaría que nos sobreviviera. Tío, todo menos una mujer.
Ahora iban por Northlake Boulevard, una avenida amplia y muy concurrida, llena de concesionarios y mecánicos.
–Párate en la Ford –ordenó Ordell–. En la calle; no entres.
Quería mirar el dinero sin sacarlo de la bolsa de Macy’s. Darle diez de los grandes a Louis para que comprara de momento un buen coche de segunda mano, nada que llamara la atención.
Louis le preguntó cómo lo quería. Estaba raro, como si acabara de experimentar un golpe emocional.
–Un coche normal –respondió Ordell–. ¿Entiendes? Como los que lleva la gente normal.
Tendremos que dar unas vueltas por aquí antes de largarnos esta noche. Necesito mi coche. Trataré de encontrar a algún matón que lo recoja y le cambie la matrícula. He dejado las llaves puestas.También quiero recoger algo de ropa en casa de Sheronda. Enviaré a alguien. Tendría que haberme vestido antes de venir, en vez de salir así. Tal vez tenga que vender el coche... No sé. Pero de momento, colega, vamos a ver qué hay aquí.
Ordell sacó una toalla de playa y la tiró al asiento trasero. Sacó otra y comentó:
–Son bonitas, ¿eh? –La tiró atrás y miró dentro de la bolsa–. Tanto dinero, y en cambio no debe de ocupar mucho espacio. Joder, otra toalla. Ordell tanteó por debajo con los dedos. Contó un fajo, dos, tres, con gomas elásticas, cuatro, cinco... Arrancó la siguiente toalla, miró dentro de la bolsa y notó que el estómago se le encogía, sintió que estaba a punto de invadirle el pánico y tuvo que aguantar con fuerza para respirar hondo y soltar el aire, diciéndose a sí mismo que debía mantener la calma y averiguar qué había pasado en vez de agarrar la cabeza de Louis y hacerle atravesar el parabrisas. "



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