Eloy (fragmento)Carlos Droguett
Eloy (fragmento)

"Estaba sentado sobre una pierna encogida y la otra, estirada de lado en el suelo, no le dolía, la sentía adormecida y ajena, distante, dormida y fatigada para mucho tiempo, y luego tendré el zapato lleno de sangre, pensó con pesadumbre y rabia y se llevó la botella a los labios y bebió con ansias, pues estaba débil y tenía, tal vez, un poco de sueño. Será bueno dormir unas diez horas cuando se vayan ellos, suspiró. No, no los podré matar a todos, tengo que meterles miedo y lejos, muy lejos, más lejos que lo que hubiera esperado, sonaban otras balas, tamizadas por la neblina que rodaba con dulzura a su lado y subía por la botella hasta sus labios. Bebió un largo trago y se sentía tranquilo y seguro de sí mismo, alertando las orejas y preguntándose contra quién más dispararían. Será contra el viejo y la mujer, pensó con simpatía y apretó con cariño casi la botella en sus manos. Era el único vínculo que tenía con ella ahora, pobre mujer, se lamentó, y no quería sino estar solo para estar seguro, fue el viejo, el histérico del viejo el que me obligó a echarlos, tal vez habría podido dejarles un rinconcito para ellos, no, no debió irse, murmuró con cariño, la compañía le habría servido a ellos y a mí también. Me gustaba, dijo, me gustaba, habría vuelto el sábado a verla, le habría traído algunas cositas y de repente deseaba saber dónde estaría, adónde se habrán ido, se preguntaba con insistencia, mirando la botella y sintiendo a los hombres caminar sobre el pasto. Tropa de imbéciles, bramó con desprecio, si estoy aquí y casi no puedo moverme y no son capaces de encontrarme, hasta el chiquillo y el viejo y la mujer me encontrarían. Cuando se vayan ellos, me quedaré esperándolos aquí mismo hasta que sea de día, le daré una sorpresa al viejo, lo obligaré a agacharse para que me mire la oreja llena de sangre, para que conozca la sangre de cerca, tal vez le dispare a los pies para mostrarle que él también tiene una cuarta de sangre y eso es bueno y vive como si no la tuviera. Bebió otro poco de leche y comprendió que la botella, esa rota botella de leche, lo estaba uniendo a la mujer. ¿Dónde estará? se dijo, bastante preocupado, mañana irá al hospital, tiene que ir a ver a la Juana, la Juana está hace dos meses en el hospital San José, le había dicho ella cuando él echó a empujones al viejo y el viejo rodó llorando y la mujer, con un tajo de odio en la frente, se quedó ahí mismo para molestarlo, para violentarle la rabia y que también le hiciera daño si se atrevía y era tan maldito como para eso. Dios sabe que no podía hacerle daño entonces, por lo menos, el daño que yo hubiera deseado hacerle, con los gritos destemplados del viejo y con el chiquillo dormido plácido e ignorante en sus brazos, Dios sabe que habrías tenido que estar libre, libre en los brazos, sin otros ruidos entre nosotros que el de tu miedo, que el de mi sangre ardiente y recelosa, dijo mirándola desaparecer en la oscuridad. Sonrió con simpatía y la veía en la memoria caminando a su lado despaciosamente, cadenciosamente, con deseos de que le hablara para contestarle alguna barbaridad, esas palabras de odio que te apartan de la mujer y te amarran a ella de otro modo, porque entonces estás viendo otra arista de ella, otro perfil en su cara, otro rostro, el perfume de otros cabellos, un lejano e impreciso deseo, las personas inconclusas que tenemos dentro. Parecía otra hembra cuando caminaba y la miraba de espaldas y me gustaban sus caderas, casi grité para llamarla, pensó. Y por qué no la llamé, por qué no la llamé, estaríamos en el rancho y tal vez habría sido mejor, le hubiera conversado al viejo, primero lo hubiera asustado y le habría puesto un revólver, los dos revólveres en las manos, uno en cada una, y le habría enseñado a disparar, lo habría obligado a que disparara, lo habría llenado de salud y miedo, de coraje y horror y valentía con el humo y el olor de la pólvora y el ruido engrandecido de los disparos, habríamos despertado al chiquillo y la mujer habría tenido que cantarle una canción de cuna, tenía una voz grave y profunda, ahora lo recordaba, y había hecho que ella le hablara, aun para que le dijera palabras de odio y desprecio, sólo para oír el tono tembloroso de su voz. Mujer con hermosa voz, una voz llena de cosas, de gente, de deseos no cumplidos, de horas de la vida no vividas, mujeres con voces resonantes, con distintos timbres en la voz, cuando están asustadas o enojadas o felices y se ríen y echan a correr la risa que brilla entre las piernas, entre las ondas asoleadas del río y huelen a viento, olía un poco a violetas la voz de la mujer, recordó con ternura y deseaba verla ahora, ahora mismo, esta misma noche, cuando se vayan los agentes, les robaré un caballo, los deben tener por aquí cerca para llevarme amarrado cuando me dejen tendido. No me van a dejar tendido, murmuró con furia, adivinando que los hombres estaban cerca y que vagamente pasaban luces de linternas entre los árboles. "


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