Meditación en Lagunitas "El nuevo pensamiento es todo pérdida. En eso se parece al antiguo pensamiento. La idea, por ejemplo, de que cada particular borra la luminosa claridad de una idea general. Que el pájaro carpintero cara de payaso que escudriña el esculpido tronco muerto de aquel abedul es, por su sola presencia, alguna trágica caída de un mundo primigenio de luz indivisa. O la otra noción que dice que, como en este mundo no hay una sola cosa que corresponda al arbusto de la zarzamora, una palabra es la elegía de lo que significa. De esto hablamos anoche ya tarde y en la voz de mi amigo había un delgado hilo de pena, un tono casi de queja. Un rato después entendí que, al hablar así, todo se disuelve: justicia, pino, cabello, mujer, tú y yo. Una vez hice el amor a una mujer y recuerdo cómo, al tomar sus pequeños hombros entre mis manos, sentí un violento asombro ante su presencia, una sed de sal, sed del río de mi niñez con sus cauces insulares, tonta música del barco del placer, charco donde atrapamos aquel pececillo naranja y plata llamado semilla de calabaza. Apenas si tenía que ver con ella. Anhelo, decimos, porque el deseo está lleno de distancias infinitas. A ella yo le daba igual seguramente. Pero cómo recuerdo la manera en que sus manos partían el pan, lo que su padre le dijo para herirla, lo que soñaba. Hay momentos en que el cuerpo es tan luminoso como las palabras, días que son la carne buena prolongándose. Una ternura tal, aquellas tardes y noches repitiendo zarzamora, zarzamora, zarzamora. " epdlp.com |