Garantía del orden (fragmento)Claude Ollier
Garantía del orden (fragmento)

"El pomo chasca en la cerradura, el pestillo sale de la caja, y la puerta gira lentamente sobre sus goznes: en la rendija aparecen los primeros peldaños de la escalera, luego los barrotes de la barandilla, y un poco más a la izquierda, detrás de la barandilla, el prisma enrejado que, surgiendo de las profundidades de la casa, se eleva aún unos cuantos metros más, hasta la terraza, que parece atravesar con sus varillas metálicas. La cabina sigue ahí, vacía, inmóvil en el interior de la reja: ocupa todo el espacio disponible del hueco de la escalera, ocultando las espirales de los pisos inferiores. Para ver lo que pasa abajo, hay que bajar unos diez escalones -pero echar el pestillo primero, no sea que el viento, al empujar la puerta, la haga cerrarse-, y mirar bajo la cabina, a través de la reja, cuyas mallas pintadas de negro se entrecruzan en una red de rombos contorsionados, El campo visual se ensancha entonces considerablemente. Abarca todo el rellano del sexto piso, el primero y último tercio del tramo de escalera entre el sexto y el quinto, la mayor parte del descansillo del quinto, otras dos porciones de tramo, mucho menores éstas, entre el quinto y el cuarto, la mitad aproximadamente del descansillo del cuarto... Más abajo, la reja tapa todos los demás fragmentos de escalera teóricamente visibles: el descansillo del tercero se reduce a una estrecha faja longitudinal ante la puerta del ascensor, el del segundo escapa por completo a la vista, el del primero también, con mayor razón, y desde luego el del entresuelo. No se mueve nada. No llega ningún ruido de la escalera. Pero esta apariencia desértica puede ser engañosa: es bastante fácil acceder al tercero sin hacerse notar, e incluso, más arriba, disimularse rápidamente entre dos pisos en uno de los sectores escamoteados, y mantenerse allí fuera del alcance de la vista, inmóvil y sigiloso mientras dura el acecho. Bajar al descansillo del sexto no serviría de mucho: al adversario no le costaría nada hacer un desplazamiento paralelo. La misma maniobra se repetiría a mitad de camino entre el sexto y el quinto, y así sucesivamente, progresivamente, hasta la planta baja. La prosecución de la maniobra llevaría en seguida al pasillo de entrada, luego al portal, y de allí a la avenida. Y una vez en la avenida, una vez fuera... Una vez fuera, vuelta a empezar como antes, y en ese caso, ¿para qué haber subido? A menos que se decidan pronto a precipitar las cosas y terminar de una vez, donde sea, en cualquier parte en que la ocasión les parezca propicia, aquí por ejemplo, en el rellano del sexto, o más abajo incluso, a pesar de la presencia de los vecinos, a quienes unos disparos o un ruido de lucha simplemente alarmarían sin lugar a dudas... Pero no, estos temores son vanos: el riesgo es mucho mayor en la escalera, sobre todo en los pisos inferiores, la mayoría de cuyos inquilinos se pasan el día metidos en casa. La táctica más eficaz consistiría probablemente en quedarse de centinela en la escalera -cerrar la puerta de la habitación, devolver el ascensor para despejar bien el campo de observación, y apostarse ya en el descansillo del séptimo, ya aquí mismo, a mitad de camino entre los dos pisos, yendo y viniendo de uno a otro punto para echar al traste cualquier tentativa de acercamiento.
Pero ¿cuánto tiempo se prolongaría la espera? Al fin y al cabo, nada hace creer en la inminencia del acontecimiento, ni tan siquiera en su simple probabilidad. Por otra parte, la intervención de una tercera persona puede en cualquier momento interceptar la pista, suscitar falsas interpretaciones, funestos equívocos, nefastos retrasos. Pensándolo bien, es preferible volver a encerrarse en la habitación, pero, eso sí, salir de vez en cuando para ver si hay novedad.
Horadada a media altura del piso, se abre en la pared exterior del edificio una ventana basculante orientada hacia el este, hacia el centro comercial de la ciudad europea. Está cerrada, como siempre, con el cordón roto a pocos centímetros del pestillo, y éste queda fuera del alcance de la mano. "



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