El principio de incertidumbre (fragmento) "Los muros de piedra eran espesos, las ventanas numerosas, altas y estrechas, para propiciar a la vez la luz y el frescor. Dichas aberturas estaban protegidas por barrotes de acero profundamente empotrados en el muro. Sin embargo, tal aparato defensivo resultaba discreto, cubierto por una pintura que casaba tan bien con el rojo oscuro de las tejas y el ocre de los muros que se integraba en la arquitectura general pasando inadvertido. Sólo había tres puertas. Una al norte, la entrada principal; daba al patio y a un paseo que llevaba al límite septentrional de la finca y a la carretera departamental. Dos al sur, la primera en el lado opuesto al de la puerta principal, al fondo de un gran vestíbulo de orientación norte-sur que separaba la planta baja en dos partes desiguales, la segunda de las cuales daba acceso directo desde el jardín a la biblioteca. Por esta puerta, que le estaba rigurosamente reservada, penetró Harrison en la casa. La arquitectura interior era magnífica y su armazón de corazón de roble, verdadera obra cimera del gremio que se distinguía por la riqueza y el acabado de la materia trabajada, la solidez de las vigas maestras y la audacia de su alcance, la complejidad de los embarbillados, hacía pensar en las más hermosas cuadernas de la antigua construcción naval. La biblioteca, que ocupaba el tercio occidental de la planta baja y se apropiaba a lo largo de los veinte metros del frontón y a lo ancho de diez metros de las fachadas, era la habitación más vasta de la vivienda. Con sus doscientos metros cuadrados de superficie y sus cuatro metros de altura, configuraba un enorme volumen, casi vacío en su centro amueblado por un gran escritorio y su sillón, repleto en su periferia cubierta de estanterías que iban desde el suelo hasta el techo, interrumpidas tan sólo por los vanos y rebosantes de libros y rollos de películas, pues era también cinemateca. " epdlp.com |