La casa redonda (fragmento)Louise Erdrich
La casa redonda (fragmento)

"El domingo asistí a misa con Angus y el lunes por la mañana me fui a la iglesia nada más desayunar. Estaba lloviendo de nuevo, y yo me había comido un plato enorme de las gachas de avena de mi madre. Me habían pesado en la bicicleta pero ahora notaba su calor y consistencia en el estómago. Quería volver y seguir durmiendo, probablemente igual que el padre Travis. Estaba pálido y es posible que hubiera pasado mala noche. No se había afeitado aún. La piel bajo sus ojos estaba oscura, y se le notaba el café en el aliento. La barra de la cafetería rebosaba de cajas de comida empaquetada con cuidado y los cubos de basura estaban llenos.
¿Ha habido algún velatorio aquí?, pregunté.
Ha muerto la madre del señor Pourier. Lo cual significa que seguramente ya no le veremos más por aquí. Él esperaba poder reconciliarse con la Iglesia mientras ella estuviese todavía consciente. Por cierto, tengo un libro para ti. Me tendió un viejo y reblandecido ejemplar de bolsillo de Dune. Bien. ¿Empezamos con la eucaristía? Te vi en misa con Angus. ¿Has comprendido lo que sucedía?
Había memorizado el folleto, así que respondí que sí.
¿Me lo puedes explicar?
Se compartió el alimento de nuestras almas que aumenta la gracia.
Muy bien. ¿Algo más?
¿El cuerpo y la sangre de Cristo estaban presentes en el vino y las galletas?
Las hostias, sí. ¿Algo más?
Mientras me estrujaba los sesos, dejó de llover. Un repentino rayo de sol golpeó las polvorientas ventanas del sótano y proyectó motas de polvo en el aire. El sótano se llenó de una luz oblicua, velada y trémula.
Eh… ¿Alimento espiritual?
Eso es. El padre Travis sonrió ante los temblorosos haces de luz que nos rodeaban y entraban por la ventana. Ya que solo estamos tú y yo, ¿qué te parece si damos la clase fuera?
Seguí al padre Travis por las escaleras, la puerta y por el camino que conducía a los mojados pinos que goteaban. El sendero de hierba dibujaba un bucle detrás del gimnasio y la escuela, bajaba entre las hileras de árboles y se prolongaba hasta la carretera, en la que Cappy y el padre Travis habían llevado a cabo la parte más espectacular de aquella persecución. Mientras avanzábamos, me explicó que, a fin de prepararme para la eucaristía cuando me convertiría en parte del Cuerpo Místico de Cristo, tenía que purificarme mediante el sacramento de la confesión.
Para poder purificarte, debes comprenderte, prosiguió el padre Travis. Todo lo que hay en el mundo también está dentro de ti. Lo bueno, lo malo, lo perverso, la perfección, la muerte. Todo. Por eso sometemos el alma a examen.
De acuerdo, balbucí con un hilo de voz. ¡Mire, padre! Una taltuza.
Sí. Se detuvo y me miró. ¿Cómo va tu alma?
Observé a mi alrededor como si mi alma fuera a aparecer para poder escrutarla. Pero solo encontré el rostro demasiado atractivo y perfectamente dibujado del padre Travis, sus ojos claros y graves, que brillaban de un modo extraño, y sus labios esculturales.
No lo sé, respondí. Me gustaría disparar a unas taltuzas.
Emprendió de nuevo la marcha y yo le miraba de reojo de vez en cuando, pero no pronunció una sola palabra. Al final, cuando nos introdujimos entre los árboles, soltó: El mal.
¿Qué?
Tenemos que tratar el tema del mal para poder comprender tu alma o cualquier otra alma humana.
Vale.
Existen varios tipos de mal, ¿lo sabías? Está el mal material, aquel que causa sufrimiento sin tener relación con los hombres, pero que les afecta gravemente. La enfermedad y la pobreza, catástrofes de índole natural. Males materiales. Contra esos no podemos hacer nada. Hemos de aceptar que su existencia es un misterio para nosotros. El mal moral es diferente. Lo causa el ser humano. Una persona hace algo a otra de forma deliberada para causarle daño y tormento. Eso es un mal moral. Tú has venido aquí, Joe, para sondear tu alma con la esperanza de acercarte a Dios, porque Dios es bondadoso, todopoderoso, misericordioso, lo cura todo, y todo eso. Hizo una pausa. "



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