Belver Yin (fragmento)Jesús Ferrero
Belver Yin (fragmento)

"Venerable señor:
La vida nos depara a veces extraños encuentros y es frecuente que, en esas ocasiones, el azar sea la máscara de nuestros propios sueños, que toman en ese momento la apariencia de un hecho casual. Por eso los signos que traza ante nosotros la fortuna han de ser estudiados con cautela y frialdad. Así lo hacía el décimo hombre de Lao Tse para no morir, como los otros, de ansia de vivir, o para no vivir apremiado por el eco perpetuo de la muerte. Mi respeto hacia usted y el afecto lejano que le tengo hacen dolorosa esta carta, y sin embargo debo escribirla, pues acaso ya no haya otro remedio. No con la indecencia del juez sino, más bien, con la discreta complicidad del amigo, quisiera informarle de unos hechos que, al parecer, a usted le han pasado inadvertidos. Su negligencia no es grave, pues tal vez haya sido más grave mi torpeza por haberme mantenido en el tablero hasta el final, por haber comprometido mi persona en secuencias de su vida que solo a usted pertenecían, y que sólo en su intimidad debían de haberse cobijado siempre. El secreto es necesario cuando revelarlo daña al otro, cuando revelarlo en lugar de acercarnos nos aleja. Yo, señor, guardo mis secretos, y es seguro que usted también, todos lo hacen para soportar la vida, pues la vida sin secretos no es vivible, y por eso la existencia transparente de las bestias no nos resulta casi nunca deseable. Un acólito de la secta el Nenúfar blanco afirmaba que todo hombre es, en sí mismo, una compleja sociedad secreta: toda una tribu de bestezuelas se reparten las alcobas de su alma, y hay partes de ella que ignoran lo que piensan las otras, siendo a su vez estas últimas ignorantes de todo cuanto pasa en las primeras. Por eso, cuando el azar nos coloca ante una encrucijada, hemos de ver bien lo que se estaba operando en ella y qué parte del alma estaba, en ese instante, trucando los naipes para ganar la partida que había establecido previamente con las otras partes.
¿Recuerda usted aquel día que paseábamos juntos por Nankín? Usted me habló entonces de la necesidad que tenía de verse definido en la vida; además de eso, usted aspiraba a conocerme. Y bien, antes le hablé de un sectario del Nenúfar, ese sectario soy yo, el mismo que piensa que todo individuo humano es una sociedad secreta. Un antiguo filósofo confesaba, con melancolía, que había estado buscándose a sí mismo, para más tarde decir que por mucho que exploremos nuestra mente nunca hallaremos sus verdaderos fondos; por eso yo prefiero moverme en las superficies y desdeño las miradas abisales, ni siquiera ya me busco, y no creo que ninguna de mis personalidades sea más apreciable que las que he tenido o que tendré. Usted, sin embargo, quiso ser fiel a sí mismo, quiso buscarse y, la verdad sea dicha, ha tenido suerte, ya que esta mañana usted debió verse con fidelidad meridiana ante el espejo. Por primera vez, quizás, el contacto de la piel y la ropa le resultó placentero. Si ocurrió así, ¿qué importancia puede tener mi rechazo actual si llegó a sentirse completamente a gusto ante sí mismo, completamente claro y preciso? Que esa precisión adquiera la forma de una mujer no invalida, en modo alguno, el éxito de su empresa.
El destino es casi siempre desleal con nuestros sueños y rara vez nos permite encarnarlos; el que usted haya podido contrariarle en eso no deja de sorprenderme, y me confirma hasta qué punto su obstinada búsqueda de sí mismo era honorable y habría de acabar siendo fructífera. Le felicito, señor, le felicito y le envidio.
Acabo de decirle que el destino nos es muchas veces desleal. No me engañé, la prueba es que todo me incita a abandonar Macao, y que estas calles que amé empiezan a ser para mí como el fondo impreciso de una pesadilla que quisiera olvidar. Muchas otras hay en la tierra donde poder instalarse: ahora pienso en Shangai. Sí, tal vez ya nunca salga de estas partes del mundo que tan vagas me resultan, pues si para usted son las costas de China la cifra misma de lo incierto, para mí no lo son menos, ni menos oscuras sus encrucijadas. "



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