Lengua e imperio en la España de Felipe IV (fragmento)John Elliott
Lengua e imperio en la España de Felipe IV (fragmento)

"Como la vara contemplada de distinto color bajo las aguas por el rebaño consigue que el retoño produzca un vellón de diverso color. Así la plebe considerando el ejemplo del Soberano se impregnará de los colores con los que imbuyeres la Majestad Real.
(Alusión al relato bíblico (Gen. 30, 32-43) de Jacob que logró que sus ovejas engendraran corderos de diversos colores al contemplar varas policromadas en el agua mientras eran fecundadas por los machos.)
En realidad el lenguaje del régimen también tenía raíces clásicas. Lipsio, por ejemplo, cita la célebre máxima del De Clementia de Séneca: Necessitas omnem legem frangit, "la necesidad rompe toda ley", una máxima que facilitó un práctico precedente clásico a los monarcas del siglo XVII ansiosos de extender el poder del Estado. Pero el lenguaje de los constitucionalistas, aunque anticuado en algunos aspectos, era el mejor del que disponían los adversarios del régimen de Olivares.
Por esta razón lo encontramos empleado por los procuradores en las Cortes castellanas de la década de los veinte, justo cuando las oligarquías municipales de Castilla caminaban hacia un enfrentamiento con el gobierno a causa de sus planes para la reforma fiscal y económica. Su más elocuente representante en esta década fue el autodenominado repúblico, el "defensor de la patria", Lisón y Biedma, que en sus publicaciones en las Cortes pro su ciudad natal de Granada llevaba ocasionalmente el lenguaje del constitucionalismo hasta sus límites extremos. El estilo de la prosa de Lisón era prolijo -nada similar a la brevedad de Lipsio- pero no puede haber duda alguna del fervor de sus mensajes.
Podemos entender el enojo del régimen cuando Lisón presentó al rey en 1623 un memorial que incluía las siguientes palabras: "ha de ser el rey para el reino... y puede haber reino sin rey, gobernándose por elecciones, y no puede haber rey si no hay reino, y los reyes deben a los reinos lo que los hijos a los padres, que si el padre da el ser al hijo, el reino da el ser al rey". Para emplear un lenguaje como éste había que poner el mundo al revés. Normalmente, los reyes eran vistos como padres y los súbditos como sus hijos. Cuando Felipe IV se dirigió a las Cortes de Cataluña en 1626, por ejemplo, llamó a los catalanes "hijos". "



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