El vendedor de pasados (fragmento)José Eduardo Agualusa
El vendedor de pasados (fragmento)

"Nosotros hablamos. O en vez de eso, él habla y yo escucho. A veces yo sonrío -esto parece suficiente para él. Me doy cuenta de que se ha establecido algún tipo de amistad entre nosotros. Los sábados por la noche -pero no siempre- el albino llega con alguna chica. Suelen ser esbeltas, altas y flexibles, con delgadas piernas de garza. Algunas se muestran temerosas cuando entran, sentándose al borde de su asiento, intentando no mirarle directamente a los ojos, incapaces de ocultar su disgusto. Beben su refresco, sorbo a sorbo, y luego se desnudan en silencio. Se tumban de espaldas, con los brazos entrelazados sobre sus senos. Otras -más osadas- dan vueltas alrededor de la casa por su propia cuenta, examinando la cubertería de plata, los muebles antiguos, pero rápidamente regresan a la sala de estar, alarmadas por las pilas de libros del dormitorio y los pasillos y más aún por la feroz mirada de hombres con sombreros de copa y monóculos, la lúdica mirada de las bessanganas, esas burgueses mujeres de Luanda y Benguela, la mirada atónita de los oficiales de los navíos portugueses a sus trajes ceremoniales, la mirada salvaje de una princesa decimonónica congolesa, la mirada desafiante de un famoso escritor negro de América del Norte -cada uno de ellos en marcos de oro, posando para la posteridad. Dirigen su mirada a las estanterías de los álbumes.
-¿No tienes algo de música cuduro, anciano?
Y como el albino no tiene nada de cuduro, quizomba, Banda Maravilha o Paulo Flores -los grandes éxitos del momento- ellas finalmente eligen algo con una cubierta brillante, lo cual usualmente significa que se trata de ritmos cubanos u otros. "



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