El puente sobre el río Kwai (fragmento)Pierre Boulle
El puente sobre el río Kwai (fragmento)

"Por otra parte, ellos mismos, los soldados ingleses, se habían hartado ya de mostrar una actitud y una conducta que chocaban con su tendencia instintiva al trabajo bien hecho. Incluso antes de la intervención del coronel, las maniobras subversivas, para muchos, se habían convertido en un incómodo deber, y algunos no habían aguardado sus órdenes para comenzar a emplear de manera concienzuda sus brazos y herramientas. Prestar lealmente un esfuerzo considerable a cambio del pan de cada día formaba parte de su naturaleza occidental, al tiempo que su sangre anglosajona les llevaba a orientar dicho esfuerzo hacia lo constructivo y lo sólidamente estable. El coronel no se había equivocado con respecto a ellos: su nueva política les aportó un alivio de carácter moral.
Puesto que el soldado japonés es también disciplinado y entregado al trabajo y, además, Saíto había amenazado a sus hombres con cortarles la cabeza si no demostraban que eran mejores obreros que los ingleses, ambas secciones de vía fueron terminadas rápidamente, al mismo tiempo que se edificaban y habilitaban los alojamientos del nuevo campamento. En torno a ese mismo período, Reeves finalizó su plano y se lo entregó al comandante Hughes, que de esa manera entraba en juego y podía demostrar de lo que era capaz. Gracias a su talento organizativo, al conocimiento de sus hombres y a su experiencia de las múltiples combinaciones que pueden determinar una mayor o menor eficacia en la asociación de éstos, el técnico industrial obtuvo, ya desde los primeros días, resultados tangibles.
La primera medida de Hughes fue la división de su mano de obra en diferentes grupos, y la atribución de una actividad particular a cada uno de ellos: uno continuaría abatiendo árboles, otro realizaría el desbaste inicial de los troncos, un tercero tallaría las vigas, uno de los más numerosos clavaría los pilares y muchos otros se encargarían de la superestructura y el tablero. Varios equipos, y no precisamente de menor importancia a los ojos de Hughes, se especializarían en trabajos diversos, como la edificación de andamios, el acarreo de materiales y el afilado de las herramientas, actividades complementarias a la obra propiamente dicha, a las que, no obstante, la previsión occidental concede, con toda razón, tanta atención como a las operaciones directamente productivas.
Estas disposiciones destacaban por su sensatez y acabarían revelándose eficaces, como ocurre siempre que no son llevadas al extremo. Tras la preparación de un lote de maderos y la construcción de los primeros andamios, Hughes puso en acción al equipo encargado de los pilares. La misión de este grupo era ardua; la más dura e ingrata de toda la empresa. Los neófitos constructores de puentes, privados de valiosos accesorios mecánicos, se veían obligados a emplear aquí los mismos procedimientos que los japoneses; a saber, dejar caer sobre la cabeza de los pilares una pesada maza, repitiendo esta operación hasta que quedaran sólidamente implantados en el fondo del río. El «martinete» se precipitaba de una altura de ocho a diez pies, y luego había que izarlo de nuevo por un sistema de cuerdas y poleas, para volver a percutir, una y otra vez, interminablemente. Por cada golpe el pilar se hundía una ínfima fracción de pulgada, puesto que el suelo era muy duro. Era una tarea agotadora y desesperante. El resultado no era perceptible de un minuto al otro y la imagen de un grupo de hombres semidesnudos, tirando de una cuerda, evocaba indefectiblemente una sombría atmósfera de esclavitud. Hughes había otorgado la dirección de este equipo a uno de sus mejores tenientes, Harper, un hombre enérgico, verdadero maestro en incentivar a los prisioneros con el acompasamiento del ritmo de trabajo mediante su voz sonora. Gracias al brío de Harper, esa labor propia de galeras fue realizada con entusiasmo. Ante las miradas atónitas de los japoneses, pronto se alzaron las cuatro líneas paralelas, cortando la corriente hacia la orilla izquierda. "



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