Cuento del caballero (fragmento), de Los Cuentos de CanterburyGeoffrey Chaucer
Cuento del caballero (fragmento), de Los Cuentos de Canterbury

"La hermosa figura de Venus flotaba desnuda en el vasto mar, rodeada hasta el talle por las verdes y cristalinas olas. Empuñaba una cítara en la mano derecha y coronaba grácilmente sus cabellos una guirnalda de lozanas y aromadas rosas, sobre las que revoloteaban varias palomas. Ante Venus hallábase su hijo Cupido, alado y ciego como se le suele pintar y con un arco y un carcaj de relucientes y buidas flechas.
¿Debo describiros también las pinturas que ornaban los muros interiores del templete del poderoso y bermejo Marte? Las paredes reproducían con sus imágenes las del helado y torvo paraje de Tracia donde tiene Marte su soberana mansión y su majestuoso templo.
Ante todo se veía una desolada selva, hora de animales y de hombres, llena de árboles viejos, retorcidos, secos y nudosos, de troncos puntiagudos y horrida traza. Por aquellas arboledas corría un bronco fragor, tal que el de un temporal quebrantando las ramas. En la ladera de un monte cubierto de hierba se alzaba el templo del omnipotente Marte, templo todo él de hierro fundido, de zaguán largo y angosto y de amedrentadora apariencia. De él brotaban tan violentas ráfagas de viento que hacían crujir todos los portones. Por la abertura de éstos se veía la claridad de la aurora boreal, que otra cosa no podía ser, pues no había en los muros ventanas que consintieran acceso de luz alguna. Las hojas de las puertas eran de duradero diamante, reforzadas con entrecruzadas barras de hierro, y cada columna de las que sostenían el templo era también de hierro bruñido y gruesa como un tonel.
Allí se divisaban las tenebrosas conjuras del crimen, con todas sus tretas; a cruel ira, roja como una brasa; el latrocinio y el pálido terror; el adulador artero, con el puñal escondido bajo la capa; los establos incendiados y envueltos en negro humo; el traidor asesino que mata al que duerme; la guerra, destilando sangre de sus heridas; la refriega, de hoscas amenazas y bermejo cuchillo. Tétricos alaridos llenaban aquel lugar. E] suicida yacía bañado en la sangre de su propio corazón, hincado el clavo en la sien, en pie se hallaba la estertorosa muerte. En medio del templo, la desgracia exhibía su desalentado y dolorido semblante; reía la locura con estúpido furor; gentes descontentas se levantaban en armas; había tumultos y crueles entuertos; yacían en las espesuras cadáveres con la garganta cortada; se veían asesinados a miles; tiranos con presas ganadas por fuerza, y ciudades reducidas a ruinas completas. También -se veían naves quemadas, a la deriva; cazadores asfixiados por el abrazo de salvajes osos; cerdas devorando niños en sus cunas; cocineros abrasados a despecho de su largo cucharón; carreteros aplastados por las ruedas de sus carros. Nada se escapaba al influjo fatal de Marte. Bajo él estaban el barbero, el carnicero y el herrero, forjador de tajantes espadas en su yunque. Señoreándolo todo, campeaba la Victoria en una torre, y sobre su cabeza pendía, pendiente de hilo sutil, aguda espada. Allí podían contemplarse el asesinato de Julio, de Nerón el Grande y de Antonio. Porque, si bien es verdad que estos hombres, en aquel tiempo, aun no habían nacido, su muerte se figuraba ya allí, como presagio de Marte. Mas bastan estos ejemplos de las antiguas historias, pues no puedo referirlos todos, aunque quisiera.
Erguida en un carro aparecía la armada figura de Marte, de encendida mirada, cual la de un loco. Lucían sobre su cabeza dos estrellas que los manuscritos llaman Puella y Rubeus. A los pies del dios de la guerra había un lobo de ojos rojizos, devorando a un hombre, y toda esta escena se había trazado con primoroso pincel, en gloria y reverencia de Marte. "



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