La flecha del dios (fragmento)Chinua Achebe
La flecha del dios (fragmento)

"Aunque Tony Clarke llevaba ya seis semanas en Okperi, la mayor parte de su equipaje, incluida su vajilla, había llegado hacía solo un par de semanas; de hecho, llegó la víspera de su excursión a la selva. Por eso no había podido invitar antes al capitán Winterbottom a comer.
Mientras esperaba a que llegara su invitado, el señor Clarke sintió una cierta ansiedad. Uno de los problemas de vivir en un sitio como aquel, donde no había más que otros cuatro europeos (tres de los cuales se suponía que debían estar bajo el control de la Administración), era que uno tenía que vérselas solo frente a un invitado como Winterbottom. No era la primera vez que coincidían en un acto social, desde luego; de hecho, habían cenado juntos hacía poco y la cosa no había quedado del todo en un punto muerto. Pero, en aquella ocasión, Clarke había sido el invitado, sin responsabilidad alguna. Aquel día sería el anfitrión, y por tanto le tocaba a él ocuparse de que no decayera la conversación durante el largo y arduo ritual del alcohol, la comida, el café y más alcohol hasta la medianoche. Ojalá hubiera podido invitar a alguien como John Wright, de quien se había hecho amigo en el último viaje. Sin embargo, la mezcla habría sido un desastre.
Durante su viaje, Clarke había compartido una noche con Wright en la solitaria Casa de Descanso con tejado de paja a las afueras de Umuaro. Wright llevaba ya más de dos semanas viviendo en un ala de la Casa de Descanso. Aquella casa tenía dos enormes habitaciones, cada una con una cama de campaña y una vieja mosquitera, una tosca mesa de madera y un armario. Justo detrás del edificio principal había un cobertizo con tejado de paja que se utilizaba como cocina. A unos treinta metros había también una cabaña sobre una letrina excavada y con un asiento de madera. Un poco más allá, en la misma dirección, había otra cabaña donde se alojaban los sirvientes y porteadores, a quienes se llamaba a veces «los chicos de la hamaca». La Casa de Descanso propiamente dicha estaba rodeada por un seto desigual de una planta local que Clarke no había visto nunca antes.
El sitio tenía todo el aspecto de no haber tenido un guarda desde que el último desapareciera en el bosque con dos camas de campaña. Se trajeron otras camas, pero la llave de la casa y de la letrina pasó a guardarse en el cuartel general, de manera que, cada vez que un europeo saliera de viaje y necesitara alojamiento allí, el jefe administrativo de la oficina del capitán Winterbottom tenía que acordarse de dar la llave a su porteador principal o al sirviente. En una ocasión, el oficial de policía, el señor Wade, emprendió el camino a Umuaro y al jefe administrativo se le olvidó aquel detalle, por lo que tuvo que andar diez o doce kilómetros de noche para llevarle la llave. Afortunadamente para él, el señor Wade no había sufrido ninguna molestia personal, puesto que el día antes de salir había enviado a sus criados a que limpiaran la casa.
Mientras paseaba por el recinto de la Casa de Descanso, Tony Clarke tuvo la sensación de estar a cientos de kilómetros de Government Hill. Era imposible creer que solo estuviera a diez o doce kilómetros de allí. Hasta el sol parecía ponerse en una dirección diferente. No le extrañaba que para los nativos, según se decía, dar un paseo de diez kilómetros fuera como viajar al extranjero. "



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