El General de la Rovere (fragmento) "Antes de obedecerlo, de la Rovere se lavó la cara, volvió a peinarse el ralo pelo, se puso la sahariana, que se abrochó despacio, limpió el monóculo con el pañuelo, se lo caló en el ojo derecho y, seguido por el brigada, atravesó toda la galería con la cabeza alta, devolviendo con el saludo militar los que le hacían con una inclinación los detenidos destinados a la limpieza de la galería. La vigilancia especial a la que todavía estaba sometido no le permitía salir a pasear con los demás. Franz lo condujo solo, no al patio en forma de estrella, sino al jardín, en el fondo del cual tres prisioneros ingleses jugaban con una pelota de goma. Eran tres oficiales liberados el 8 de septiembre de un campo de concentración, sorprendidos por los alemanes en Milán vestidos de paisano y retenidos allí, tal vez en espera de alguna orden de traslado atascada en el engranaje burocrático. Dormían también en una celda de la quinta galería, pero no tenían casi relación alguna con los demás detenidos, un poco porque gozaban del privilegio de estar todo el día al aire libre, y otro poco porque ellos mismos tenían interés en permanecer apartados. Fueron los únicos que no saludaron al general, quien parecía no haber advertido su presencia. El general caminaba de un lado a otro, parándose de vez en cuando para llenarse los pulmones de aire, o bien para contemplar las flores que crecían en los arriates bastante bien cuidados. En un momento dado, arrancó una pensée y se la puso en el ojal sin que Franz protestase. Habitualmente, éste castigaba con diez azotes cada atentado a flores o animales. Era su manera de concebir el «civismo». En aquel momento, una pelota de goma, chutada torpemente por uno de los jugadores, sobrevoló la cabeza del general y fue a toparse con la del brigada. Furioso, el alemán la recogió del suelo, y sacando una navaja del bolsillo, la desgarró, tirándosela desinflada a los tres ingleses. " epdlp.com |