Roscoe negocios de amor y guerra (fragmento) "Cuando eran niños, Verónica había sido para Roscoe una avispada diosa, una criatura de cuerpo celeste con quien él tenía el modesto privilegio de relacionarse; pero luego ella se convirtió, oh, sí, en la suma sacerdotisa de la traición y los sueños corruptos, humana después de todo. Pamela era una Verónica frustrada, avispada y resuelta, la vulvácea criatura de cuerpo diabólico y pecaminosa audacia. Roscoe amaba la sangre que corría por las venas de las jóvenes hermanas, amaba su vitalidad y, por supuesto, su belleza. Que ambas eran bellas nadie lo ponía en duda. Cuando Verónica tenía diecinueve años y estaba a punto de casarse con Elisha, la fotografiaron en un salón blanco de su casa, con un vestido de noche blanco, de escote «palabra de honor», sin rastro de vulgaridad en los hombros desnudos, bajo una luz grisácea que le oscurecía la mano derecha y le daba un aura etérea. Cuando la foto apareció en revistas y fotograbados, fue la favorita de todo el mundo, y por ello Pamela, a los diecinueve años y a punto de contraer matrimonio con Roscoe, quiso que le hicieran una foto idéntica para demostrar que la imagen de Verónica no era un fenómeno singular, y demostró lo contrario. La foto de Pamela le acentuaba los huesos de los hombros y su postura curiosamente poco elegante, y Roscoe llegó a la conclusión de que, si bien trataba de mantenerse erguida para el retrato, su alma torcida la traicionaba. Ahora, veintinueve años después, allí estaba, en el tribunal de justicia, todavía desquitándose de las desigualdades genéticas. Cuando se casó con Pamela, Roscoe disponía de unos ingresos modestos gracias a la fábrica de cerveza Stanwix de su padre, una empresa que databa de 1886, año en que Félix se la compró a John Malley, quien abandonó la fabricación de cerveza para venderla al por menor en el local que sus hijos convertirían en el mayor saloon de la ciudad. Dos años después eligieron a Félix primer alcalde de origen irlandés de Albany, y al día siguiente de la elección encabezó un desfile de doce carretas de Stanwix, cada una tirada por un doble tronco de caballos, a través de toda la ciudad, expresión de los beneficios que aguardaban a los taberneros que sirvieran cerveza Stanwix y ale irlandesa, las nuevas bebidas oficiales del Partido Demócrata, categoría que las cervezas conservaron incluso después de que destituyeran a Félix de su cargo por fraude, pues siguió siendo una figura poderosa dentro del partido, y la fábrica le enriqueció. El negocio también permitió conservar la regia posición de su esposa Blanche entre las Primeras Familias Irlandesas, aquel grupo social de élite con el que Félix no quería relacionarse, pues, como todo el mundo sabe, la clase social elevada convierte a los irlandeses en republicanos. En 1899, cuando los republicanos perdieron el Ayuntamiento, la demanda de cerveza Stanwix cayó en picado, pero su calidad hizo que siguiera siendo popular, y en 1914 sus beneficios procuraron a Roscoe el dinero suficiente para moverse cómodamente en el círculo social de los Fitzgibbon, que incluía a las hermanas Morgan. Y fue en estas hermanas en las que se centró Roscoe, no en el dinero ni en la política. Cuando finalizó sus estudios de Derecho en Albany, le propuso matrimonio a Verónica Morgan, pero ella se casó con Elisha y la fortuna de éste. Entonces llegó Pamela. Roscoe contempló a Pamela, la demandante, que seguía siendo fotogénica para la prensa, el cabello, en esencia rubio, permanentemente teñido del color del whisky añejo. Pero su sonrisa había cambiado: dos incisivos se le habían torcido. Y aquel cuerpo tentador que él había presionado tantas veces, los dos montados en un trineo, en el baile, incluso cuando cortejaba a Verónica, había experimentado uno de los máximos temores de Pamela, el ensanchamiento de la cintura. En el banquete de bodas de Verónica, celebrado en el Club de Campo de Albany, Roscoe y Pamela habían observado a Honey Mills, una cincuentona de cintura ancha, el cabello como paja teñido de negro, hablando con tres hombres sentados en sillas frente a ella a los que ofrecía una prolongada exhibición de su muslo. Pamela comentó que una mujer fea e informe que hacía tal cosa acuciada por la necesidad era patética; pero entonces ella y Roscoe entraron en el penumbroso guardarropa, donde Pammy le besó y le concedió derechos de exploración. Despojado de una hermana, Roscoe tomó la otra. Cortejó a Pamela, fue con ella al centro de la ciudad, incluso a la Quinta Avenida en el tren de Nueva York, donde compraron sombreros, chaquetas, vestidos. Le hacía compañía cuando estaba triste, la llevaba al consultorio del doctor Warner cuando le dolía el estómago, un trastorno debido a veces a la regla, iban a cenar al restaurante de Keeler, a bailar en el Club Náutico y el Roof Garden de Hampton, y juntos fueron de vacaciones a Tristano, el gran campamento en las montañas Adirondack que Lyman empezó a construir en 1873 y que era el retiro favorito tanto de Ariel como de Elisha. Éste siempre había invitado a Roscoe, y éste siempre había aceptado, pues Verónica estaría allí. Pero Pamela se convirtió en su principal interés durante aquella visita a Tristano, donde las fantasías sociales saturaban la atmósfera como el aroma de los pinos. Desde la cabeza de vía en North Creek, sólo se podía llegar en un carruaje tirado por caballos y luego en un vapor a través del lago. Tristano estaba aislado entre los somorgujos y los mapaches, los zorros, las águilas y los grandes búhos reales, y rodeado de alisos, piceas, cedros, pinos blancos y pinabetes. A primera vista, los veinticuatro edificios a lo largo de la orilla parecían el borde de una pequeña ciudad que se extendía infinitamente hacia atrás en las mil hectáreas boscosas de la finca. Y lo cierto era que bullía como una ciudad cuando los amigos de la familia y los sirvientes lo utilizaban plenamente. La vida en medio de aquel animado aislamiento, en la lujosa cabaña de troncos para personas riquísimas, hacía que cambiaran las expectativas del visitante. Lo que sucedía allí parecía una charada realizada por seres reales que se atenían a unas reglas irreales de consecuencias inverosímiles. Por ejemplo, Roscoe y Pamela solos en el suelo sobre dos abrigos de mapache a las cuatro de la madrugada, él proponiéndole matrimonio, que ella aceptaba, y luego llevándola de nuevo allí una vez casados. " epdlp.com |