Miles Gloriosus (fragmento) Plauto
Miles Gloriosus (fragmento)

"FILOCOMASTO.— (Saliendo de casa de Periplectómeno; a una esclava). Pon fuego en el altar, para que gozosa le tribute alabanzas y acciones de gracias a la Diana de Éfeso y la inciense con el embriagante perfume de la Arabia por haberme guardado en los dominios de Neptuno y en sus turbulentas regiones, donde he sido tan duramente combatida por las furiosas olas.
ESCÉLEDRO.— ¡Oh, Palestrión, Palestrión!
PALESTRIÓN.— ¡Oh, Escéledro, Escéledro!, ¿qué quieres'?
ESCÉLEDRO.— Esa joven que acaba ahora de salir de ahí ¿es Filocomasio, la amiga del amo, o no lo es?
PALESTRIÓN.— Te juro que yo tengo la impresión de que parece ella, pero es sorprendente que haya podido pasar de aquí allí, si es que realmente lo es.
ESCÉLEDRO.— Pero ¿tienes tú dudas de si es ella?
PALESTRIÓN.— Parece ella.
ESCÉLEDRO.— Vamos a acercarnos y a hablarle: ¡eh tú, Filocomasio!, ¿qué es lo que se te ha perdido en esa casa, qué buscas ahí? ¿Por qué no me contestas? Es contigo con quien hablo.
PALESTRIÓN.— Caramba, me parece más bien que es contigo mismo con quien hablas, porque lo que es ella, no dice ni pío.
ESCÉLEDRO.— A ti te digo, malvada, infame, que andas ahí vagando por las casas de los vecinos.
FILENIO.— ¿Con quién estás hablando?
ESCÉLEDRO.— ¿Con quién sino contigo?
FILENIO.— ¿Y quién eres tú o qué tienes que ver conmigo?
ESCÉLEDRO.— Oye, ¿me preguntas quién soy?
FILENIO.— ¿Y por qué no te voy a preguntar lo que no sé?
PALESTRIÓN.— A ver: ¿quién soy entonces yo, si no conoces a éste?
FILENIO.— Un antipático, seas quien seas, lo mismo que el otro.
ESCÉLEDRO.— ¿Pero es que no nos conoces?
FILENIO.— A ninguno de los dos.
ESCÉLEDRO.— Estoy aterrado.
PALESTRIÓN.— ¿De qué?
ESCÉLEDRO.— De que no sea que nos hayamos extraviado donde sea, porque ésta dice que no nos conoce ni a ti ni a mí.
PALESTRIÓN.— Yo quiero certificarme ahora mismo, Escéledro, de si es que somos nosotros o no lo somos, no sea que alguno de los vecinos nos hayan metamorfoseado sin darnos cuenta.
ESCÉLEDRO.— Por lo menos yo soy yo mismo.
PALESTRIÓN.— Y yo también, demonio; chica, te estás buscando tu perdición. ¡A ti te digo, eh, tú, Filocomasio!
FILOCOMASTO.— Pero ¿qué clase de locura es esa de llamarme con un nombre falso y tan complicado?
PALESTRIÓN.— ¡Oye!, pues ¿cómo te llamas entonces?
FILENIO.— Justa.
ESCÉLEDRO.— Haces mal, Filocomasio, te empeñas en tener un nombre que no te va: Injusta eres y no Justa, y estás cometiendo una injusticia con mi amo.
FILENIO.— ¿Quién, yo?
ESCÉLEDRO.— Sí, tú.
FILOCOMASTO.— ¿Yo, que he llegado ayer de Atenas a Éfeso con mi amigo, un muchacho ateniense?
PALESTRIÓN.— A ver: ¿y a qué es a lo que vienes a Éfeso?
FILENIO.— Me han dicho que mi hermana gemela está aquí y he venido a buscarla. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com