Y si la guerra siguiese (fragmento)Hermann Hesse
Y si la guerra siguiese (fragmento)

"Del mismo modo que los periodistas abusan del idioma cuando califican tal o cual accidente como «trágico» (que para algunos bufones es sinónimo de «deplorable»), es también un abuso del lenguaje decir —como se ha puesto de moda, especialmente entre los que opinan detrás del escritorio— que nuestros pobres soldados, destrozados en el frente de batalla, han muerto «heroicamente». Eso es puro sentimentalismo. Es indiscutible que los soldados que perecieron son dignos de nuestra simpatía y reconocimiento. Muchos de ellos hicieron grandes hazañas y sufrieron intensamente, y al final pagaron con sus vidas. Pero eso no los convierte en héroes. El soldado raso que recibe los ríspidos gritos y órdenes de uno de los oficiales, como un perro, no se transforma en un héroe al recibir el disparo que lo mata. En ese caso, alabaríamos a millones de héroes, lo cual en sí es un absurdo.
El ciudadano obediente y bien portado que cumple con su deber no es un héroe. Solamente un tipo individualista que ha conformado su propio albedrío, su noble y natural ley interior dentro de su destino puede ser un héroe. El destino y la proyección mental (en cuanto a la vida) son palabras que dicen lo mismo, según expresó Novalis, uno de los pensadores más profundos y menos conocidos de Alemania. Pero solamente el héroe tiene el valor de cumplir con su destino.
Si la mayoría de los hombres poseyera este valor y determinación, la tierra sería un lugar diferente. Digamos también nuestros maestros bajo sueldo (los mismos tan inclinados a elogiar a los héroes y a los hombres obstinados de antaño) lo cual sería un trastorno general. Pero en realidad, la vida sería mejor y más agradable si cada hombre independientemente siguiera su propia ley y voluntad. En un mundo semejante, en verdad, algunos de los insultos y ataques irreflexivos que tienen tan ocupados a nuestros jueces hoy en día podrían quedar sin castigo. De vez en cuando, algún asesino saldría libre, ¿pero acaso no sucede así a pesar de nuestras leyes y códigos penales? Pero por otra parte, muchas de las cosas terribles, indescriptibles, cosas de locura de las que somos testigos ahora en nuestro bien ordenado mundo serían desconocidas e imposibles. Tales como la guerra entre las naciones.
En esto, escucho a las autoridades señalar: «Tú predicas la revolución…».
Nuevamente es un error. Una equivocación semejante solamente es posible entre un rebaño de hombres. Yo proclamo el libre albedrío, no la revolución. ¿Cómo podría desear una revolución? La revolución es la guerra; guerra como otra cualquiera, es «la prolongación de una política por otros medios». Pero el hombre que una vez tuvo el valor de ser él mismo, el que ha escuchado la voz de su propio destino, no le importa la política, ya sea monárquica, democrática, revolucionaria o conservadora. Se preocupa de algo distinto. Su obstinación, como el albedrío dado por Dios y que existe profundo y magnífico en cada hoja de árbol, no tiene otro objetivo sino el de su propio desarrollo. «Egoísmo», si se quiere; pero un egoísmo muy diferente de los que codician el dinero o el poder…
El hombre dotado con la obstinación, que yo tengo en mente, no busca el dinero ni el poder. Los desprecia, pero no porque sea un modelo de virtudes o un altruista resignado. ¡Nada de eso! La verdad, simplemente, es que el dinero, el poder y todas las demás posesiones por las cuales el hombre se atormenta y finalmente se resuelve en lucha con sus semejantes, significa muy poco para el hombre porfiado y dueño de sí mismo. Valoriza sólo una cosa, el misterioso poder interior que lo estimula a vivir y lo ayuda a desarrollarse. Este poder no puede ser conservado ni aumentado por medio del dinero ni el poderío, porque estos dos elementos son un invento de la desconfianza. Los que desconfían de la fuerza vital dentro de ellos mismos, o que carecen de ella, buscan la compensación por sustitutos como el dinero. Cuando un hombre tiene confianza en sí mismo, cuando todo lo que pretende en el mundo es seguir su propio destino en libertad y pureza, llega a considerar, a conceptuar todas ésas tan costosas posesiones como meros accesorios, agradables de tener y disfrutar, pero que no son esenciales. "



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