El canto de los mares solos "Somos la remembranza de la tierra vencida. Necesitaba Dios nuestro vaivén profundo que era ritmo en sus venas y en su carne florida la invencible y eterna melodía del mundo. Nuestro vigor es fuerza de estrellas y raíces. Los árboles nos dieron sus moribundos bríos. Soñamos en las claras y enormes cicatrices que abrían las soberbias quillas de los navíos. Como un collar perdido de piedras fabulosas las estrellas nos hieren en nuestro sueño esquivo. Somos la sangre turbia de las difuntas cosas; el grito gutural del hombre primitivo. En nuestra rebelión de temblores y nervios el eco de la tierra que se murió podrida. ¡Oh, mástiles sonoros; oh, navíos soberbios llevados por los vientos primeros de la vida! ¡Qué nuevos argonautas verán el vellocino! En un dolor horrendo tiemblan nuestros ciclones queriendo revivir el difunto destino que fue sangriento y hosco como un tropel de leones. Sabemos dónde estaban las estrellas, sus rastros quedaron en nosotros. Con dulzura de abuelo iremos sobre el agua colocando los astros que desprendió Jesús con su mano del cielo. Seremos un vigor enorme y tenebroso. En nuestras olas vibran inmortales tormentas, la voz del Cristo rueda semejando un sollozo lanzado de la cruz hacia los Cuatro vientos. " epdlp.com |