El amor la soledad (fragmento)André Comte-Sponville
El amor la soledad (fragmento)

"¡Naturalmente que un libro puede cambiar una vida! Incluso yo diría que sólo con esta condición vale la pena leerlo o escribirlo... Pero eso no es sino una confirmación de que los libros no valen por ellos mismos ni para ellos mismos: ¡no valen más que para quienes viven, no valen más que por la vida que contienen, que suscitan o que pueden transformar! Yo he hecho la misma experiencia que tú, con otros autores, con otros encuentros... Sí, hay libros que me han marcado para siempre, que me han transformado: Baudelaire, Rilke, Pascal, Spinoza, Hume, Montaigne, Aristóteles... También Proust y Céline... Pero, antes que todos esos, Los Thibault, de Martin du Gard, y Los alimentos terrenales, de Gide. Como ves, es un todo bastante heteróclito, tremendamente dispar, y de un valor más bien desigual. Martin du Gard... en fin, a veces es mejor no decirlo, pero no es Proust... ¿Qué importa? El efecto de un libro depende tanto de quien lo lee y del momento en que lo lee, como de su contenido o de su valor propio. Yo he leído a Gide y a Martin du Gard muy pronto, entre catorce y dieciséis años, es decir, en el mejor momento, el del entusiasmo ("Nathanael, yo te enseñaré el fervor..."), el de la mayor disponibilidad... A otros, en cambio, los he leído demasiado tarde como para que pudieran marcarme o conmoverme realmente. Me da la impresión de que eso es lo que pasó con Kafka: cuando lo leí, todas esas historias ya no me interesaban, excepto su diario, y no es una casualidad... En cuanto a Lautréamont, quizás ocurra todo lo contrario: he debido de leerle demasiado pronto, por lo que no conservo de él más que un pálido recuerdo de adolescencia, pero tú haces que, de repente, me entren ganas de volver a él... ¡Cuánto azar en todo esto! Una vida de lectura, una vida de encuentros... Pero tienes razón: esos encuentros nos forman y nos deforman, a veces, tanto o más que los otros... ¿Puedo hacerte una revelación ridícula? El libro que más me ha marcado, es decir, más profunda y más definitivamente, creo que es Veinte años después, de Dumas. Cuando se ha admirado a Athos como yo lo he admirado, a los diez u once años y después durante la adolescencia (creo que es el primer libro que he releído una y otra vez), no hay ningún género de cosas que no pueda quedar definitivamente excluido: el optimismo, por supuesto, el humanismo necio, y también el nihilismo, la frivolidad, la sofística, la mentira, la pusilanimidad, la vulgaridad, la bajeza, la entrega a las modas o a los conformismos del momento... En cambio hay otras cosas que caen por su peso: la gravedad, la soledad, el sentido de la amistad, una cierta idea de la nobleza y de la valentía, una cierta desesperanza. "


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