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  Ricardo Molina


    España | 1916-1968
Molina
  Poeta, ensayista y flamencólogo español nacido en Puente Genil, Córdoba. Como alumno libre, obtuvo el título de licenciado en Filosofía y Letras (Sección de Historia) por la Universidad de Sevilla, en 1940. Se dedicó toda su vida a la enseñanza, como profesor "ambulante". Tras varios intentos por aprobar unas oposiciones que le dieran estabilidad económica, alcanzó la tan ansiada plaza de agregado de Lengua y Literatura Española en el instituto Séneca de Córdoba en 1966. Su salud ya estaba muy debilitada. Empezó a escribir siendo muy joven, pero su primera aparición pública fue en 1945, cuando dio a la imprenta El Río de los Ángeles, que apenas tuvo repercusión en los medios literarios y críticos. Dos años más tarde se presentó al Premio Adonáis de Poesía de 1947, con su inédita y tal vez desaparecida obra La estrella de ajenjo. Fue preterido en esta ocasión. Lo consiguió en 1949 con su poemario antológico Corimbo (1945-1949). La concesión del premio levantó una gran polvareda entre sus detractores, aunque también hubo defensores. En esos dos años tuvieron lugar tres hechos muy importantes en la vida y obra de Ricardo Molina, como fueron la aparición de la revista Cántico en 1947, que dirigió casi en solitario, la edición en 1948 de Tres poemas, que recoge poemas pertenecientes a la crisis religiosa sufrida por Molina en 1945, y la publicación de su exquisito y fino libro de poesía amorosa, uno de los mejores de la posguerra española, Elegías de Sandua (1948). Al mismo ciclo creador de las Elegías de Sandua pertenecen los libros regalados al pintor cordobés Álvarez Ortega Cancionero y Regalo de amante (1975), de tal modo que bastantes de sus poemas fueron desgajados del tronco primitivo común de Elegías de Sandua. Aunque Ricardo Molina no cesó nunca de escribir, y pese a seguir publicando la revista Cántico, vino un largo silencio, no querido por Molina, sino impuesto exteriormente, hasta que en 1957 publicó su grave, meditativa y depurada Elegía de Medina Azahara, cuyos poemas, o al menos una gran parte, se erigen en indicador del nuevo quehacer poético moliniano. Llegó otro largo silencio. Contra él luchó Ricardo Molina, presentándose, por ejemplo, en 1957 al Premio Bienal de Sevilla con su poemario A la luz de cada día, no lo obtuvo. Tampoco consiguió el Premio Nacional de Poesía de 1966, pero este año publicó su opúsculo La casa, que fue detraído del primitivo A la luz de cada día, que vio la luz en 1967, gracias a los buenos oficios de Ángel Caffarena. En esos largos silencios poéticos, que no retirada de la poesía, se entregó a sus otras grandes pasiones, el ensayo, la prosa y el flamenco, como se ve en sus trabajos publicados en vida. Ricardo Molina, de una amplia cultura humanista, con una personalidad contradictoria y conflictiva, trabajador infatigable, alma y director de la revista cordobesa Cántico, dejó una amplia y extensa obra poética, ensayística y en prosa. Por ello, puede ser considerado como uno de los poetas más interesantes de posguerra española en lengua castellana, aunque un sector de la crítica literaria coetánea no lo reconociera como tal. En la primavera de 1967 sus dolencias cardíacas le recluyeron y le postraron en la cama. Murió el 23 de enero de 1968, después de algunos años de maltrecha salud.  © José María de la Torre

Textos:


Ámame sólo como amarías al viento

Galardones:


Adonáis (1949)
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